Nota publicada online
Gabriel Chaile propone la Genealogía de la forma como un poema colectivo en construcción. Un conjunto de esculturas se organiza en el espacio de la sala como un gran organismo que respira a través de arterias de hierro y cobre.
“Como no quise ir al jardín, mi casa de Tucumán fue un gran lugar de formación que me vinculó con el dibujo y con la búsqueda de soluciones para los problemas de los animales. Mi familia, que venía del campo, tenía muchos animales como gallinas, perros, conejos. Cuando se morían, mis padres me permitían abrirlos para ver qué les había pasado: eso me ayudó a entender desde la muerte hasta las formas”, cuenta Gabriel Chaile desde Art Basel Suiza, la feria de arte contemporáneo líder en el mundo.
Con ascendencia afro-árabe, española y de la comunidad indígena candelaria, Chaile, nacido en Tucumán en 1985, es el menor de ocho hermanos. Sus padres, analfabetos, vendían pan que preparaban en un horno de barro, como el que el artista hizo en la Semana Art Basel Cities en Buenos Aires, en 2018, en La Boca, muy cerca de su taller y a pasos de Proa. En ese horno con forma biomorfa, en homenaje a Diego Núñez, víctima del gatillo fácil, cocinó y compartió alimentos con integrantes del mundo del arte, vecinos del barrio, y familiares y amigos de Núñez.
Tan solo con adobe y ladrillos, Chaile, el alquimista, crea objetos escultóricos que remiten a la alimentación y al trabajo, necesidades básicas, vitales, ineludibles, que construyen identidad. Convirtió el pan amasado, hecho en horno de barro con formas vinculadas a las culturas autóctonas, y compartido con desconocidos, en un gesto artístico y social potente.
Chaile, que se considera un “antropólogo visual”, no olvida de dónde viene. Lo traduce en pinturas, esculturas, acciones compartidas, poemas e instalaciones escultóricas. En Genealogía de la forma, en la galería Barro Arte Contemporáneo, una serie escultórica, con formas que aluden a las vasijas de las culturas precolombinas, se dispone en la sala como un extraño organismo vivo, capaz de respirar por unas tuberías de hierro y cobre. Allí la experiencia ritual de las comunidades precolombinas se conjuga con la alusión a actividades productivas y comerciales actuales. “La idea de esta muestra –cuenta– surgió a partir de esculturas anteriores a las que les puse nombres propios (Patricia, Irene, Sonia), y por mis viajes a Villa Fiorito, donde estábamos haciendo una escultura para la escuela. Pasaba por muchas zonas industriales, fábricas y puertos abandonados de La Boca y Avellaneda: me impactaban esas formas quietas”.
Su obra, dice, se estructura a partir de dos conceptos claves: “ingeniería de la necesidad, que consiste en crear desde el arte objetos y estructuras que colaboren en mejorar las condiciones de una situación límite. Y genealogía de la forma, que implica asumir que cada objeto, en su repetición histórica, trae consigo una historia que contar, que se recupera y que se actualiza en relación a un nuevo contexto”.
En Art Basel Suiza presentó Aguas calientes, un solo project enfocado en las ollas populares –que en el contexto de crisis actual en nuestro país han proliferado– como lugar de encuentro y resistencia. Para muchos, el último refugio para paliar el hambre. Trabajó con tres comedores populares, en La Boca y San Telmo (Asociación Civil Nuestro Hogar, Agrupación Política y Cultural Los Pibes y La Asamblea Popular Plaza Dorrego). Compró ollas nuevas del mismo tamaño de las que usaban en los comedores y las intercambió por sus ollas enormes, curtidas, “cargadas de historias”. “Hicimos ese intercambio y en el medio nos sentamos y me contaron la historia alrededor de la olla, siempre de lucha y a la vez hermosa pues despertaba el costado más humano en tiempos de necesidad: pensar y hacer algo por el otro”, dice.
Chaile intervino las ollas con imágenes que remiten a los rostros de las vasijas de las culturas indígenas del noroeste argentino (Tafi, Condorhuasi, Alamito, Santa María, Candelaria y Cienaga), como las de muchas piezas que expone en la galería. Además, grabó con buril el nombre de la agrupación que usó la olla y la fecha en que se conformó.
El artista, que después de Art Basel viajará a Saint Tropez para participar en la residencia Port Tonic Art Center, donará un porcentaje de las ventas de las obras (se vendieron todas) a los comedores comunitarios que participaron en el proyecto. Un gesto que potencia el vínculo entre arte y vida que viene desarrollando. “Exhibimos estos trabajos delicados de la manera más auténtica posible, sin hacer pornografía de la miseria”, considera Federico Curutchet, director artístico de la galería.
“El vínculo de la olla popular con la vasija indígena y con el rostro indígena no es caprichoso –cuenta el artista–. Mi hipótesis es que las poblaciones indígenas diezmadas por la colonización e invisibilizadas después con el proyecto nación que miraba siempre a la ciudad luz, se transformaron en los pobres actuales. Las comunidades que usaron las vasijas con un sentido ritual y comunitario hoy se encuentran usando la olla popular y de resistencia”.