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Pinta, la Feria consagrada al Arte latinoamericano que hace cuatro años llegó a Nueva York de la mano de tres argentinos, Diego Costa Peuser, Alejandro Zaia y Mauro Herlitzka, ocupó en esta última edición uno de los muelles del río Hudson y recibió más de 14.000 visitantes.
En la cuarta edición de Pinta bastaba escucharlo al galerista venezolano radicado en Nueva York, Henrique Farías, cuando elogiaba con notable erudición las virtudes de los artistas Leandro Katz, Osvaldo Romberg, Oscar Bony, David Lamelas, Nicolás García Uriburu o Margarita Paksa, para sentir orgullo de ser argentino.
Si se mira Pinta desde la retrospectiva, son varios los factores que consolidaron el éxito. En primer lugar, las obras con “calidad museo”, capaces de deslumbrar a los coleccionistas y a quienes creen que lo han visto todo y buscan en Latinoamérica algo diferente. En segundo lugar, se sellaron alianzas con poderosas coleccionistas como Paty Cisneros, Estrellita Brodsky y Ella Fontanals Cisneros y, simultáneamente, se gestó el Programa de Adquisiciones. La relación con quienes tejen y destejen la gloria de los artistas (directores y curadores de museos y colecciones privadas), se estrecha año a año. Con el aporte de fondos que otorga Pinta y los propios museos, se realizaron varias compras, al igual que otros años. El Museo de Filadelfia adquirió la escultura Metal líquido del brasileño Arthur Lescher, el Museo del Bronx se llevó Palarva del también brasileño Paulo Bruscky, el de la Universidad de Harvard, el de Los Ángeles Country, el Museo de Arte Latinoamericano (MOLAA) de Long Beach, el LACMA, también realizaron sus compras. Entre los visitantes estuvo Glenn Lowry, el director del MOMA, que no suele pasear por las ferias y galerías. Y casi tan importante como la de Lowry fue la visita del joyero Lawrence Graff, que, inmutable, gastó 1,2 millón de dólares en unas pinturas de Wifredo Lam y Roberto Matta.
El soporte teórico resulta fundamental a la hora de presentar las credenciales del arte latinoamericano ante el mundo. Diego Costa Peuser destacó los apoyos recibido para llevar adelante esta gestión: “Para comenzar, la ayuda del Ministro de Cultura porteño, Hernán Lombardi, que si bien no llego a la inauguración, estuvo presente, y el MBA Lazard, que patrocinó el simposio destinado a revisar las relaciones entre el arte de EE.UU y el de Latinoamérica”. Cabe aclarar que Lombardi ha roto el prejuicio que consideraba tabú financiar una gestión del mercado, y apoya la feria desde los inicios. El director de la feria, también destacó el apoyo fundamental de la Fundación Exportar para el traslado de las obras.
Si bien no todos los galeristas tuvieron la misma suerte, Teresa Anchorena estuvo entre los que vendieron, para comenzar la obra de su hija fotógrafa, Luna Paiva, las pinturas y dibujos de Andrés Videla, y de Roberto Elía.
Entre las ventas de Farias figuraban las obras de Eduardo Costa (en más de 30.000 dólares) y David Lamelas. Quienes cerraron los números con saldo a favor, y también aquellos que apenas llegaron a cubrir los gastos, aseguran haber ganado estupendos contactos. La participación en las ferias internacionales demanda una gran inversión, para solventarla, son varios los que deciden compartir un stand y aunar esfuerzos. Entre los argentinos estaban el galerista Gonzalo Vidal, Praxis, que abrirá una nueva galería en Chelsea, Arte x Arte y Alejandro Vautier, con las obras bellísimas del artista Manuel Amestoy y el hijo del fotógrafo Sameer Makarius, con las incomparables imágenes de su padre. Gianni Campochiaro estuvo con el brasileño Ronie Mesquita, y en su stand estaba una bandera de EE.UU. realizada con pintura sólida por Eduardo Costa, acaso una de las obras más atractivas de esta feria. Al menos, la obra que cierra el capítulo de la vida del artista en Nueva York.