Pintar la inmensidad. Pintar el silencio más absoluto de la Antártida más profunda. Rescatar las luces de su eterno mañana y sujetarlas al papel para develar sus secretos más íntimos.
Con este propósito Marina Curci se embarcó el 6 de diciembre de 2006 en el Rompehielos Comandante Irizar durante 40 días con sus 40 noches en un único e inolvidable amanecer. Una experiencia de la que volvió con el convencimiento que su camino recién comenzaba.
Equipada con su atril especialmente diseñado, con 30 pinceles de cerda, 30 de acuarela y otras tantas pinceletas; decenas de acuarelas, goma arábiga y cientos de papeles del más puro algodón, se enfrentó al primer témpano decidida a pintar sólo con pigmentos, agua y emoción.
El conjunto de obras que presentó recientemente en Galería Ro, es una cuidada selección de las 250 que realizó en navegación, en ese estado mágico de pintar continuamente que quiso alcanzar y que la ayudó a comprender la sabia Naturaleza, que nosotros somos Naturaleza y que ésta está en eterno movimiento. Las obras que mejor representan este espíritu son aquellas que menos elementos tienen. Aquellas en las que el protagonista es el papel y que nos sugiere la inmensidad del océano. Aquellas en las que un trazo naranja es el registro sublime de un rayo de sol que roza el horizonte antes de cristalizarse con el aliento del viento. O, aquellas rasgadas por una grieta plomiza, única marca que deja el hombre, grietas que dibuja el buque al romper la coraza de hielo para sumergirnos, más tarde, en un mundo de témpanos índigo profundo.
Marina Curci se sintió, a través de esta experiencia antártica, conectada con todos los tiempos, “allí se siente latir el planeta completo, es como recorrer las distintas eras geológicas.” Esta muestra es un viaje en el que nos propone tomar conciencia del ritmo de la Naturaleza y de la importancia de disfrutar de este tiempo tan cortito que nos toca vivir.

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Cerró en Galería RO
Paraná 1158