Lúdicos y poéticos
A pesar de su juventud, Leandro Erlich es hoy uno de los artistas argentinos con mayor reconocimiento internacional. El grado de sofisticación de su trabajo lo ha llevado, con frecuencia, a buscar condiciones propicias de exhibición en el extranjero, por lo cual su obra ha sido conocida por el público argentino principalmente a través de los medios. Su muestra en la Galería Ruth Benzacar es una oportunidad inigualable para aproximarnos a su producción reciente y a su universo singular.
Erlich es un mago del desconcierto. Tiene una especial atracción por los juegos perceptivos, los reflejos, las duplicaciones. De hecho, exceptuando una única pieza, el resto se basa en la mirada especular, que a veces aparece como puro efecto visual, otras en la construcción de imágenes fotográficas, otras como reflejo sobre una superficie líquida. Cada uno de estos reflejos son, a su vez, puntos de deslizamiento hacia otras realidades o situaciones, algunas lúdicas y otras enigmáticas: una habitación enfrenta al espectador con su fantasma; una pequeña fuente de agua refleja un grupo de edificios de departamentos, develando lo que sucede en su interior; un conjunto de personas parecen desafiar la gravedad, trepando por la fachada de una sospechosa edificación.
Cada una de estas piezas involucra la elaboración de complejos dispositivos materiales y técnicos. Sin embargo, el efecto final es sorprendentemente simple. El artista apela a la curiosidad y al asombro como vía para establecer un primer vínculo con el espectador, echando por tierra las barreras y los preconceptos que habitualmente alejan a éste de la creación contemporánea. De hecho, pocos artistas piensan tanto en el espectador como Leandro Erlich. Si bien no toda su producción es participativa -aunque en muchas ocasiones sí lo es- es evidente que el espectador está incluido en ellas desde su propia gestación. Algunas directamente no existen si una persona no las activa; en otras, lo que se solicita es la mirada cómplice.
La base de la producción erlichiana es el cuestionamiento de la realidad, de lo aparentemente estable, normal o evidente. Observando la reacción de los espectadores a sus propuestas, sorprende la facilidad con que éstos están dispuestos a abandonar lo que creían natural cuando se puede trastornarlo todo desde el juego y la poesía. Por eso, también, muchas creaciones del artista poseen un efecto liberador, como sucedió en la Bienal de la Habana cuando propuso a los cubanos viajar con la imaginación a un paraje nevado. En las fotografías que forman parte de esta exposición se percibe claramente el gozo de quienes, jugando a desafiar la gravedad, son capaces de imaginar un mundo donde ésta ya no impone su ley.
La muestra de Nicolás Robbio que se presenta en la sala inferior de la galería contrasta fundamentalmente por su carácter artesanal y "low tech". Pero comparte, en cierta medida, un espíritu lúdico y poético. Ambos artistas poseen universos muy propios, y cada exposición lo pone de manifiesto de manera fehaciente. Robbio parece sentirse atraído por la pequeñez y los accidentes. Con el dibujo y la instalación como herramientas predilectas, construye relatos mínimos que se activan al entrar en diálogo con el espacio. Hay, sin embargo, un trasfondo algo oscuro detrás de la aparente simplicidad. La complicidad del espectador es también una clave en su obra, en tanto todos sus relatos buscan, solicitan, esperan, la mirada que los pongan en funcionamiento y los desplieguen en su totalidad.
Info: Hasta el 20 de octubre Galería Ruth Benzacar, Florida 1000
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