Los paisajes urbanos de Juan Ranieri traducen el vacío y la soledad de la experiencia ciudadana contemporánea.
Arquitecturas monumentales, que se extienden por las telas amenazando cielos y devorando horizontes, afirman su presencia en imágenes donde la figura humana está prácticamente ausente.
El artista parece sentirse particularmente atraído por las construcciones colosales, de escalas desproporcionadas. Muros imponentes, de ventanas exiguas, obstaculizan la mirada, impidiendo ver más allá. La perfecta geometría de edificios implantados en la trama urbana sólo se ve desafiada por el tratamiento expresivo, que por momentos se manifiesta con vocación constructivista. Hay un uso medido del color, de las texturas, y hasta de elementos extra-pictóricos, que se acomodan perfectamente al vocabulario formal de las telas. Hay, también, un elemento que desafía la ciudad omnipresente, un objeto elevado, a veces un globo y otras un zeppelín. Constructor y volador, arquitecto y artista, Ranieri entrevé una salida de este mundo, la ocasión del vuelo y la libertad. Hasta el 20 de octubre, en Galería Aldo de Sousa, Arenales 966
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