Desde hace varios años, la obra de Augusto Zanela explora la construcción de imágenes que se cuelan en los intersticios de la realidad. Recurriendo al método de la anamorfosis -que data de la pintura renacentista pero que fue utilizado con mayor frecuencia por los artistas manieristas- Zanela pone a prueba la percepción y su rol en la edificación del universo visual, para interrogarnos sobre la naturaleza de nuestra visión, de los medios que la posibilitan y de su mediación en la conformación de aquello que llamamos realidad.
La anamorfosis es un procedimiento de representación que produce una distorsión calculada sobre el objeto representado, determinando que su percepción sólo sea posible desde un punto de vista preestablecido. Fuera de ese punto, la figura es irreconocible. Pero cuando el lugar de visión coincide con ese punto, la figura se reconstruye reclamando su presencia en el espacio de la representación.
Ese juego misterioso, que en la pintura quedaba librado a la perspicacia del espectador, aquí está resuelto de entrada mediante el posicionamiento de la cámara en el punto preciso donde aparece la figura. De esta forma, si el espectador de la pintura manierista descubría un objeto oculto en el contexto de una representación realista, el espectador de las fotografías de Zanela, anclado en la figura des-ocultada, debe más bien intuir la realidad que la circunda, que aparece extrañada.
Invirtiendo el juego anamórfico, el artista escenifica de alguna manera un triunfo de la imagen sobre la realidad, triunfo que se funda en la relación mediatizada que tenemos con ésta.
En un recuento de fotografías que van del año 1997 al 2004, la muestra recorre diferentes instancias de esta contienda entre realidad, representación y percepción. La referencia a la realidad es un núcleo significativo en un doble sentido: en primer lugar, porque las fotografías son el resultado del registro de una instalación que el artista realiza previamente en un espacio físico, y que siempre aparece como contexto de la anamorfosis; en segundo término, porque el artista recurre voluntariamente a un medio -la fotografía- responsable durante años de la construcción del espacio objetivo que se dio en llamar realidad.
A través de su obra, Zanela apunta tanto al cuestionamiento de esa realidad como al de su representación. Y en su análisis, la intermediación de la tecnología es fundamental. No se trata simplemente de encontrar una multiplicidad de miradas allí donde la ciencia intentó postular una realidad única. Se trata, asimismo, de investigar las mediaciones en nuestro camino hacia la construcción del mundo sensible.
En otra pieza presente en la muestra -que parte de un homenaje a Marcel Duchamp- este hecho queda nuevamente plasmado. Aquí Zanela recurre al feedback, un procedimiento de retroalimentación de imágenes que genera una especie de infinito visual, allí donde sólo hay un objeto en movimiento -una rueda que gira sobre un banco, como en la Rueda de bicicleta del artista francés. La mise-en-abyme del objeto representado vuelve a llamar la atención sobre la articulación de realidad y representación, aludiendo a la idea de diferentes niveles de realidad coexistentes, como postula el pensamiento oriental. Que la realidad no es única ya nos lo enseñan los medios de comunicación: así lo señala insistentemente Gianni Vattimo. Pero Zanela va más allá de esa mera constatación. Su obra elabora una poética alrededor de ese hecho, insinúa que hay un mundo de formas que pueden pasar inadvertidas a nuestros ojos, y que la realidad es todavía un universo por explorar. Hasta el 26 de julio en Galería Praxis, Arenales 1311.
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