Nota publicada online
Muy cerca de cumplir sus 105 años, esta muestra en La Cárcova -allí donde estudió-, cumple con el digno homenaje a aquellas artistas mujeres que se destacan por su trayectoria y la potencia de su obra. Y que fueron durante tantos años postergadas frente al status quo del arte.
Ides Kihlen estudió en la Escuela de Artes Decorativas, en la Escuela de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón, en la Escuela Superior de Bellas Artes Ernesto de la Cárcova y en los talleres de Vicente Puig, Emilio Pettoruti, André Lhote en París. También el de Batlle Planas, quien le dejó una fuerte impronta que puede ser observada en alguna de sus obras.
Hoy, cerca de cumplir sus 105 años, esta artista que ha dedicado su vida a la pintura, se encuentra aún trabajando en su producción artística. Es por todo ello que, en el marco de esta exposición, la Universidad Nacional de las Artes la distingue con la entrega del Doctor Honoris Causa, como personalidad destacada del arte y la cultura.
“Retratos de un pasado presente” da cuenta de la producción de Kihlen desde su etapa de formación hasta la actualidad, a través de una selección en la que vemos la profunda transformación de su obra.
Ides Kihlen tiene un compromiso con su propia melodía interior, que tuvo desde el principio. Ya en las pinturas de su período de formación vemos asomar desde esa estudiante aplicada y visceralmente honesta consigo misma, los elementos que identificarán siempre al conjunto de su producción creativa: un proceso prodigioso de superación de la falsa dicotomía figura/fondo, el interés por la síntesis geométrica, y el manejo exquisitamente sensitivo del color. Los motivos obligados propios de la academia (modelo vivo, naturaleza muerta) son para la joven Ides meros pretextos para desarrollar su potencial pictórico.
Ides Kihlen fue fiel a sus propios tiempos internos, y a la melodía que brotaba de su interior como una humana caja musical. Por eso no es de sorprender que se interesara más por los procesos del arte que por los resultados, y no se sometiera a los parámetros de factores y/o agentes externos.
La música y la pintura
La música marca la impronta de muchas de sus obras, donde despliega una suerte de signos disponiéndolos en una forma compositiva que por momentos recuerda partituras musicales. El ritmo es el director de orquesta, la composición, las paletas de colores, y los distintos elementos. Colores (en manchas o en formas geométricas) y líneas que danzan al compás que les marca el director de orquesta. Es una obra en clave musical: tiempos, silencios, tonos, alternancias. Estallidos de color, series negras de profundidad mistérica, series blancas: llegó el invierno, y con él la austeridad, el viento sopla y gira sobre la nevizca...
La pintura como una celebración y la alegría del collage
Un espíritu festivo anima gran parte de su obra. Hay elementos que se reiteran. El color rojo es protagonista de varias obras. Pone el acento. Conforma una dupla con el azul. Las franjas de rayas paralelas, a veces verticales, a veces horizontales. En ocasiones nos propone marañas como de cabellos o nubes o galaxias donde giran los fragmentos de un algo, a veces recuerdan papeles girando en un remolino de viento que describe un movimiento centrífugo ¿o centrípeto? O sistemas de planetas alegres girando en torno de su centro. En ocasiones asoma el esbozo de un pizarrón rayado por una criatura traviesa que se divierte con los grafismos. En ciertas obras aparece un carnaval de puntos, líneas, redondeles, banderines/triángulos, fragmentos cual muestrarios de tramas: franjas paralelas o cuadraditos, números, claves de sol, que salen a bailar. Aquí no existen jerarquías, el espíritu atraviesa el carnaval de la vida.
Nuevamente, nos hace muy felices compartir los mundos de Ides Kihlen.