Nota publicada online
Ides Kihlen nació en Santa Fe el 10 de julio de 1917. Desde su niñez vieron en ella una gran artista … y la dejaron ser. Hoy festeja sus 102 años de vida y sigue produciendo en total libertad. Desde Arte Online le rendimos este pequeño homenaje
Estudió lo que amaba: pintura y música junto a grandes maestros como Pio Collivadino y Vicente Puig; frecuentó los talleres de Batlle Planas, Pettoruti, André Lhote en París y, mucho mas tarde el de Adolfo Nigro. Estudió Historia del Arte, visitó museos, pintó y vivió su mundo. Sus obras no tuvieron títulos ni fechas; muchas de ellas quedaron en el camino. Su pintura académica por cerca de veinte años tomó un giro total hacia la abstracción a principio de los 80, permitiéndose una libertad cada vez más arrolladora.
En el libro que la artista presentó el año pasado en el Museo Nacional de Bellas Artes, Rodrigo Cañete, autor del texto, describe:
“Kihlen produce sus obras apoyando la tela o el cartón, algunas veces, en una mesa ratona grande y otras, en el piso de un cuarto de su casa al que durante décadas se recluyó para pintar en solitario, ajena al mundo. Los papelitos y figuras geométricas que colocados sobre la superficie a modo de collage podrían, en teoría, ser percibidos como figuras frente a un fondo, no comparten el mismo espacio lo que pone en evidencia un desdoblamiento de dimensiones: la del fondo y la del collage. Un collage que está armado con papelitos recortados por ella misma, sin asistentes. Pero su aproximación al collage no es la del Dadaísmo, ni siquiera la del Neo-Dadaísmo, en tanto no hace uso de ready made, al menos, a primera vista. Digo, a primera vista, porque, como dijera Robert Rauschemberg con la aprobación del mismisimo Marcel Duchamp, todo artista trabaja con colores comprados comercialmente que son vertidos sobre la tela, ya como ready mades. Pero la cuestión del 'ready made' no parece preocupar a Kilhen. Lo que sí parece preocuparla es la aparente contradicción entre el collage del frente y una imágen nebulosa de fondo que está pintada con borrones hechos con espojas manchadas de pintura o con hilos de pigmentos reminiscentes del drip painting de Jackson Pollock. A pesar del limitado tamaño de sus cuadros, sus pinturas, comparten con el norteamericano, esa sensación de unicidad evanescente de algo que está suspendido en el espacio de un cuadro y que ya no se presenta como una ventana a un modo organizado a partir de un sistema de perspectivas sino que parece un agujero hacia otra dimension en la que lejos de clarificaciones lo que proliferan son las paradojas en las que coexisten en miedo y el juego. Sin embargo, estas profundidades tanto literales como metafóricas se dan de frente contra cierto espíritu festivo y hasta pueril connotado por los papelitos multicolores y a veces rayados que la artista apoya sobre la superficie que separa lo evanescente de las nebulosidades profundas de los superficiales cotillones de banderines y niñerías. Es en esta contradicción en donde la llave del secreto del misterio de Kihlen parece radicar. Es como si un vidrio nos separara de ese universo oscuro, profundo y nebuloso y no nos quedara más que decorar ese vidrio con banderines, cosas de niños y banalidades que, al ser observada con atención adoptan la forma de flechas que apuntan hacia los márgenes como si nos invitara a desviar nuestra atención hacia lo invisible.”