Nota publicada online
Miranda Bosch presenta“Antes del paisaje”, parte de un trabajo de campo realizado por Pablo La Padula en los Alpes Marítimos del Golfo de Saint Tropez, Cote D ́Azur, Francia en el verano del 2019.
Pablo La Padula es biólogo científico y artista visual. ¿Qué llegó primero, el interés por arte o la ciencia? Seguramente estuvieron y crecieron juntos, complementándose, alimentados por su admiración y atenta mirada hacia la naturaleza. Es un investigador cuidadoso y sensible con la capacidad de decodificar elementos de esa naturaleza que tanto admira y devolverla como objetos de arte que trasmiten una sensación que nos remite a la pequeñez del ser humano frente inmensidad de la creación.
Pablo pinta con humo; siempre elementos mínimos capaces de capturar la emoción. Supo tomar de sus maestros la escencia y aplicarla a su obra. Con Carlos Gorriarena aprendió a mirar y la problemática del color; León Ferrari lo habilitó como artista. Eduardo Stupía le enseñó a ver finamente la cualidad la materia en el dibujo; en su caso el humo. Y, finalmente, con Alberto Goldenstein aprendió a mirar un proyecto y a entender las controversias del arte contemporáneo.
Cuando vivíamos en un mundo “normal”, no hace tanto, Pablo La Padula viajó a Francia a participar de una residencia de artistas en un lugar privilegiado. Allí dió con tres elementos: un herbario que seleccionó y estudió, unas cuantas rocas que luego intervino con humo y pigmentos y la noción de unas ruinas, unos antiguos baños romanos sumergidos en las calmas aguas del Mediterráneo. Así nació “Antes del Paisaje”.
Sus herbarios pueden leerse como la cara y contracara -en blanco y negro- del paisaje humano. Tal vez un símbolo de integración que todo artista busca en su hacer.
Por primera vez en mucho tiempo aparece el color en su obra. Un grupo de rocas, intervenidas con pigmento y humo, se exhiben como verdaderas joyas. Se destacan sus estudios cromáticos, azules y turquesas, inspirados en las profundidades de ese mar. Un mar vertiginoso y contemporáneo, que sirve de silenciosa morada a las antiguas ruinas desde hace un par de siglos. “Los ‘humos’ del artista fueron persuadidos por estas figuras enigmáticas y dieron en la clave de un clima metafísico”, puede leerse en el texto de Clara Ríos, y esa es la atmósfera que flota en el aire.
La muestra se completa con uno de sus “gabinetes documentales”, fiel registro de la experiencia íntima vivida. Y es que podríamos decir que Pablo La Padula pertenece a ese grupo de artistas atentos que presta su voz para hacernos ver, a todas luces, aquello que nos brinda la vida.
Aquí la entrevista con Pablo La Padula en el marco de la muestra Antes del Paisaje en Miranda Bosch.