Nota publicada online
Virtuosismo y refinamiento son el común denominador en estas dos muestras que pueden visitarse a pocas cuadras de distancia. Imperdibles.
Lluvia de arroz sobre el gran río amarillo es el sugerente título de la nueva exhibición de Prior en Galería Vasari, que alude a una obra anterior y perdida en una inundación. Prior sigue fiel a sí mismo con sus títulos que parecen sacados de las profecías del I Ching, y los viejos personajes que se descubren en paisajes marinos, profundos, lunáticos, ambiguos, densos y de colores iridiscentes. Las imágenes de Prior atrapan al ojo, lo pasean por multiplicidad de tonos, brillos y detalles que parecen jugar adrede con la mirada del espectador. En este caso son ocho cuadros y una instalación de discos de vinilo que se basan en la obra deLa liberación de San Pedrodel artista Rafael y mezclan alusiones a Mondrian, Keneth Noland y el Monet de las ninfeas en un “bonsai genealógico” en palabras del propio Prior.
Nada es directo en Prior, y mediante ese gesto barroco es que podemos llegar a ellas.
Las citas a artistas que él admira se adivinan, el último Turner, James Ensor, el Monet maduro pintando las nenúfares en Giverny, lo que le interesa es justamente ese estado de la pintura en que la figura se vuelve abstracta y la materia se hace presente. Sin embargo, a pesar de las citas, su pintura “como la escritura borgeana, no se parece a ninguna otra” como escribe Raúl Escari en el texto de la muestra.
A una cuadra de allí, en la galería Van Riel expone Pablo La Padula sus últimos trabajos bajo el título Humo. Del humo se sirve el artista para dibujar con virtuosismo, y formar imágenes sobre papeles. ¿Qué es lo que vemos sino el efecto del humo, el tizne sobre el papel? El humo que para muchas civilizaciones es la conexión con el mundo celestial y lo sagrado, portador de mensajes, no es aquí el tema en cuestión más bien lo contrario. La Padula es científico, y en el cruce entre ciencia y arte circulan sus obras. Hace años que viene experimentando con el humo, al principio fueron manchas, ahora tiene un dominio tal que puede dibujar cuadrículas sin problemas y marcar perspectivas como si tuviera un lápiz en la mano. El resultante termina siendo asombroso, imágenes emparentadas con la fotografía experimental de algunos artistas como Man Ray en las primeras décadas del siglo XX, o deudoras de los daguerrotipos del siglo XIX, como también a ensayos vanguardistas. Las hay grandes, en donde no hay azar sino una deliberada voluntad de construir ciertas figuras geométricas, y otras más pequeñas en donde, si, deja al azar entrar y hacer su trabajo. Sobre el gran ventanal que da a la calle asoma una mesa que a la manera de gabinete de curiosidades (wunderkammer del siglo XVIII) o la propia mesa de un científico, exhibe distintos elementos de la naturaleza. Los materiales que a diario manipula este artista-biólogo, los insectos, las hojas, se convierten en partes de un todo que estéticamente ordenados nos permiten reconocer los lazos que unen a la naturaleza con el arte.
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