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Con una sólida formación en Historia del Arte en la Universidad de Buenos Aires, Rodrigo Alonso (1965) es docente universitario en Buenos Aires y Barcelona, teórico y crítico, colaborador habitual de nuestras publicaciones, y se distingue por conocer lo que se produce en el arte contemporáneo internacional y los nuevos medios.
En 2010, como curador independiente participó del envío argentino a la Feria del Libro de Frankfurt y, poco más tarde, la Embajadora Gloria Bender, Directora de Asuntos Culturales de Cancillería y el Ministro Sergio Baur, lo convocaron para la selección del artista que nos representará en la próxima Bienal de Venecia, que se desarrollará de junio a noviembre de este año.
AAD: ¿Cómo pensás la participación argentina en este evento internacional?
RA: La Bienal de Venecia es mucho más que una exposición. Tuve la oportunidad de visitar cada una de sus ediciones desde el 93. Existen intereses que tienen que ver con el coleccionismo, con las políticas artísticas y mercantiles, y es importante conocerlas si se quiere aventurar una presencia destacada de nuestro país. Creo que la dificultad más seria que tiene el arte contemporáneo argentino es la imposibilidad de ingresar en estos circuitos tan sofisticados. El arte en nuestro país se mueve en un ámbito pequeño y básicamente local; no tenemos una participación importante a nivel internacional.
AAD: ¿Por qué te parece que se da esta situación?
RA: Estamos muy lejos y tenemos un problema de infraestructura; no hay espacios de producción, sólo hay espacios de exhibición y bastante modestos. Los galeristas provienen de la clase media y viven de su trabajo; en otros países son económicamente muy fuertes y pueden apoyar y financiar las producciones de sus artistas para instalarlos y darles visibilidad.
Con el título de ILLUMInazioni, esta 54ª Exposición Internacional de Arte, curada por Bice Curiger bajo la dirección de Paolo Baratta es una verdadera oportunidad para la Argentina, ya que existe una coyuntura de gran apertura. Argentina está licitando un espacio que va a ser permanente por 22 años; se trata de un edificio espléndido y central ubicado muy cerca del Arsenal.
AAD: ¿Cuáles fueron tus criterios para la selección del artista?
RA: Lo más importante en una Bienal como Venecia es ser ambicioso y llamar la atención; el impacto es fundamental. Un artista de bienal es aquel cuya obra, después de haber visto 500, se recuerda ésa. Porque de cada bienal sólo se recuerdan unas 10 obras. Por eso la primera premisa fue pensar qué artista podía hacer ese tipo de obra. El espacio donde se exhibirátambién tuvo que ver con la elección. Se trata de 250 metros cuadrados, muy bien ubicados dentro del Arsenal, pero con muy pocas paredes por lo que un artista que trabajara obra pensada para pared no se luciría. Pensando estratégicamente, otro criterio fue elegirlo no tanto por su obra sino por la atención que ésta tuviera en el escenario internacional.
AAD: ¿De ese modo, llegaste a Adrián Villar Rojas?
RA: Claro, porque eso es fundamentalmente, lo que sucede con este artista rosarino nacido en 1980. Su obra es monumental, es joven y con una carrera internacional. Lo conocimos en su muestra individual en la Galería Ruth Benzacar (Lo que el fuego me trajo, 2008) y a través de la ballena que realizó en la II Bienal del Fin del Mundo (Mi familia muerta, 2009). Inés Katzenstein lo seleccionó por ser uno de los jóvenes destacados del arte contemporáneo. Recientemente fue invitado por Hans Ulrich Obrist para participar de la Map Marathon en Serpentine Gallery de Londres, por Adriano Pedrosa de la Galería Kurimanzutto, México D.F., y por la Akademie der Künste, de Berlín.
En este momento está produciendo una obra que, paralelamente a la Bienal, se va a emplazar frente a la Pirámide del Louvre, en el Jardín de las Tullerías; está invitado a la Bienal de Estambul y el año que viene a la del New Museum de Nueva York. Incluso la Tate ya lo citó para ver su obra en la Bienal de Venecia.
AAD: ¿Cómo es la obra que va a provocar este impacto?
RA: Es una obra complicadísima. Se trata de una suerte de bosque escultórico, de monolitos entre figurativos y abstractos, realizado con la técnica de arcilla cruda y cemento que da ese aspecto polvoriento de algo que ha estado por cientos de años abandonado. Monolitos con elementos con referencias culturales fragmentarias, entre el pasado, el presente y el futuro. El público va a tener que atravesar esta obra de seis metros de altura que se mete entre las vigas del edificio, con sus ojivas góticas, sus torres de agua y sus restos de robots que dan cuenta de una temporalidad dislocada. Adrian juega en toda su obra con el concepto científico de los Multiversos. Así como existe un universo en el que vivimos, podrían existir otros universos paralelos que podrían haber surgido en el mismo momento a partir de determinado error. De manera que cuando recorramos este bosque escultórico, podríamos estar recorriendo nuestro propio universo pero en otra dimensión; en un universo paralelo.
En este momento ya hay siete personas trabajando in-situ en su realización; de hecho somos el único país que ya está trabajando en la obra y posiblemente se sumen más para terminarla. Independientemente del catálogo oficial, estamos produciendo un libro de artista que muestra el trabajo que requiere este tipo de obra en la que están involucrados obreros y elementos de construcción y que se parece más a una expedición arqueológica que a una obra de arte.
AAD: ¿Cual es tu máxima aspiración con este envío?
RA: Que sea una verdadera puerta al futuro. Una buena presentación puede abrir un espacio para el arte argentino y darle visibilidad.
Una elección siempre es un riesgo, una apuesta; mi aspiración en este sentido es que después de la Bienal Adrián Villar Rojas y el arte contemporáneo argentino logren la visibilidad que se merecen.