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“Sólo cierta parte de la ficción teórica puede entonces trabajar (contra) el marco, (hacerlo o dejarlo) jugar contra sí mismo” (Jacques Derrida). La cita que antecede pertenece a “La verdad en pintura” dónde el filósofo francés se dedica a meditar sobre el tema de la imposibilidad de detener la diferencia del entorno. Algo que me ocurre al pensar en Killka.
Cada exposición me renueva la cuestión del marco, pero no sólo a mí, la leo en cada encabezamiento de los periodistas y/o críticos que escriben sobre ellas (las exposiciones). La primera mención suele (inevitablemente) ser para su poderoso entorno: “formidable escenario”, “la belleza del Valle de Uco” y otras ponderaciones para con el paisaje como contenedor de una soberbia arquitectura que se funde en él.
Desde allí la curadora Sara García Uriburu va realizando su alquimia iconográfica de mostrar artistas de diversos puntos del país, incluyendo siempre un mendocino. Una idea interesante que le permite jugar con simbiosis y distancias, analogías y diferencias, sincronías.
En esta nueva edición los seleccionados son tres reconocidos artistas nacionales: Mariano Cornejo (Salta), Víctor Quiroga (Tucumán) y Emiliano Dalmau (Mendoza).
Mariano Cornejo, pintor y escultor -varias veces distinguido fuera y dentro del país- exhibe una trayectoria que parece un permanente volver de la mirada a la tierra salteña que lo vio nacer. Una obra en la que el paisaje de la puna y sus formaciones rocosas, su flora y fauna, son los referentes de su signo identitario. Su trabajo formal me recuerda las vanguardias estéticas latinoamericanas en la consistencia de sus recursos visuales, en la singular síntesis de energía y humor, impulso y agudeza.
Víctor Quiroga, el otro norteño pintor con un singular camino recorrido, exhibe significativas historias del imaginario popular tucumano, sus pinturas son un relato de mitos y leyendas del mundo del trabajo y la naturaleza. Zafreros, ladrilleros y otros personajes de aquella dura realidad desfilan mientras cuentan sus propias fábulas y paisajes ficcionalizados en pintura. Aclaro que entiendo como fábula y ficción el personal modo de narrar-pintando, en su poética y materialidad.
El mendocino Emiliano Dalmau, que viene experimentando hace más de una década con las tecnologías digitales, aplica a la pintura el medio que expresa a su generación. Sus personajes y paisajes, incorporan el movimiento en su variable fotográfica -en superposiciones, corrimientos, pixelaciones, solarizaciones- un realismo de doble cuño. Establece entre pintura y fotografía una realidad ambigua, en cierta manera la tritura en el proceso técnico, al que subordina la narración.
Una muestra que se presta a la reflexión desde múltiples aspectos: desde su sentido específico –la pintura como representación de “su verdad” (ergon), como tema que instala otros temas- a aquello que se presenta como el marco, paisaje, escenario. En resumen, volvemos al planteo inicial: el marco (parergon) juega su propio juego y potencia la obra, coopera con ella.