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Invitados por la Academia Nacional de Bellas Artes, 19 artistas fueron convocados a participar en la edición 2010 del Premio Alberto J. Trabucco, en las categorías de Escultura y Grabado. El resultado puede verse en una muestra de producciones seleccionadas por su “calidad y absoluta libertad", según comentó el Presidente de la Fundación Trabucco, Jorge Tapia, que muestran la diversidad de tendencias expresivas en cada disciplina y se exhiben hasta el 12 de septiembre en el Centro Cultural Recoleta (Junín 1930).
En esta oportunidad, Alicia Díaz Rinaldi recibió el Premio Trabucco en Grabado y Lydia Galego fue distinguida en Escultura. Arte al Día dialogó con las artistas galardonadas sobre las obras que presentaron y las inquietudes que, por estos días, las impulsan en materia creativa.
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Alicia Díaz Rinaldi | Grabado
¿Esperabas recibir este premio?
Este premio siempre es esperado. Es un galardón consagratorio. Y yo tengo una larga trayectoria en el arte. He recibido diez premios internacionales. Pero ese tipo de distinciones son más frías, porque es raro que uno viaje, en cambio, en el caso del Trabucco estoy concurriendo con mis colegas, que además, son mis amigos. Por otro lado, hay varios académicos con quienes hemos hecho la carrera juntos. Por eso el premio tiene una connotación mucho más afectiva.
¿Por qué pensás que este premio llega en este momento de tu carrera y de tu vida?
Yo creo en los caminos. Cuando decidí ser artista, no elegí el éxito, elegí el camino. Y ese recorrido está lleno de metas que uno va cumpliendo: premios nacionales, municipales, internacionales… y el Premio Trabucco es una meta bastante importante. Me parece que llegó en el momento apropiado y que es, por otro lado, en reconocimiento a una vida dedicada al arte.
¿Cómo es la obra que presentaste?
Es una obra nueva, que empecé en febrero de este año. Cuando me enteré de que estaba invitada a participar en Trabucco, me puse a trabajar e hice una nueva serie, pero siempre como parte de una continuidad de trabajo. Hice siete piezas y elegí tres para presentar (son las piezas que se exhiben en el CCR).
¿En qué se diferencia esta serie de lo que venías haciendo antes?
Está más despojada. Porque además yo creo que con la edad y con el tiempo, uno puede decir más con menos. En un momento determinado yo necesité poner mucho para armar mi discurso y hoy siento que hay que despojarlo. Trabajo con el fragmento, con lo roto. Si miramos todo lo que está pasando en el mundo: los fenómenos climáticos, las inundaciones, hay algo que se está quebrando, pero para generar un nuevo orden. Yo creo que el caos y el orden van juntos.
¿Cómo se refleja esa alternancia de caos y orden en tu trabajo?
En mis obras generalmente hay zonas de caos y hay planos que lo sostienen. La idea es que todo se desordene y se vuelva a ordenar. Estas dos situaciones marcan la ambigüedad del universo. El caos nos mueve y nos impulsa, luego necesitamos el orden para organizarlo.
¿Cómo sigue tu tarea creativa?
Yo sigo con esta serie que empezó en febrero. Con el desorden ordenado, pero con más color. Y con respecto a mis próximas muestras, en septiembre expongo en el Teatro Argentino de la Plata y en octubre, en Galería RO, junto a las artistas con las que integro el Grupo 6, que este año cumple 25 años.
Lydia Galego | Escultura
¿Esperabas este Premio?
Cuando uno participa de un evento como el Premio Trabucco, uno siempre espera el reconocimiento. Todos tenemos la ilusión de que nuestro trabajo sea valorado y tenga un impacto en al gente, pero los artistas también estamos acostumbrados a que esa ilusión se frustre. Y en esos casos, uno siente la necesidad de trabajar, nos da más fuerzas y nos crea un desafío aún mayor. De modo que, más allá de ganar o no, siempre hay un estímulo para seguir trabajando.
En el caso de tu obra seleccionada, ¿venías trabajando esta temática?
Con el tiempo, por lo general, el artista va desarrollando un sentimiento interno que lo lleva a producir ciertas obras con continuidad. A veces, en una sola obra no se puede plasmar todo lo que uno quiere volcar. Por eso, a través de los años hay un pensamiento, una idea, un concepto que se mantiene y se va materializando.
Y en tus esculturas, ¿cuál es ese pensamiento?
Recientemente trabajé sobre el bicho canasto y realicé toda una serie. Luego continué con los embolsados, como si fueran personajes atrapados en bolsas. Ahora hago rollos. En el fondo es todo lo que nos pasa, toda esa carga social que rodea al ser humano, y que por supuesto, también significa una carga interna y existencial: por qué vivimos y para qué, cuál es nuestro sentido en este mundo: todo está entramado. Lo interno y lo externo. Vivimos en esa especie de rollo en el que estamos atrapados. Y mis obras sugieren figuras. No es tan abstracta. Al mirarla un poco, uno descubre que ahí adentro hay como un personaje, que somos nosotros.
Sin embargo, a pesar del peso existencial, el material que usas da la idea de algo no rígido. El rollo es una forma que se puede desplegar y tiene cierta flexibilidad…
Porque yo trabajo con telas que resultan muy plásticas y se pueden manipular. Por dentro va una forma interna rígida que es una talla en telgopor y recubrimiento de tela que es lo que le da ese carácter de morbidez. Hay un juego con las tensiones de las costuras que las uso como líneas para acentuar la dinámica de la obra.
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