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La pintura mural fue la gran aspiración de los pintores mexicanos de la Revolución de 1910-20. Rivera, Orozco y Siqueiros, entre otros, quisieron cambiar las estructuras sociales, económicas y culturales con ayuda de un plan de arte público. Son conocidas las visitas de Siqueiros a nuestro país y en los últimos años, fueron públicos los vaivenes del famoso mural que pintó en la quinta de Botana.
Recientemente, los porteños asistieron a una transformación del perfil urbano a través de diferentes formas de pintura mural. En los ochenta y luego de años de dictadura, algunos se animaron a graffitis con tintes de vandalismo artístico, hasta que otros optaron por una acción más autorizada y consensuada por los propietarios de las paredes. Por aquel entonces, las autoridades municipales propusieron un plan de murales a cargo del pintores reconocidos, como el de la plaza de San Juan y Chacabuco, pintado por Eduardo Audivert y del que hoy apenas quedan algunos rastros.
En 1998, Marino Santa María, porteño nacido en 1949, dio un impulso feroz a la actividad mural cuando reconvirtió el pasaje Lanín -de apenas tres cuadras, en el barrio de Barracas- en un serpenteante pasadizo de colores apoyados en mosaico, vidrio, venecita y pintura sobre pared. Hace pocos días, Pablo Siquier, nacido en 1961, dejó inaugurado un impresionante díptico mural en las paredes de Los Molinos Building, en el Faena Art District. Entre los rascacielos que modificaron el perfil de Puerto Madero, el edificio Los Molinos conservar su estructura de granero de inicios del siglo XX; entre ambos cuerpos edilicios hay dos murales de 13 por 13 metros, montados sobre una estructura soporte de acero galvanizado sobre la que se fijó un damero de 55 piezas desarrolladas con perfiles de aluminio anodinado y chapas cortadas por presión de agua, todo esto con un despliegue de tecnología de última generación.
Los usuarios del subterráneo de Buenos Aires que lleguen a la estación Carlos Pellegrini de la Línea B podrán ver otro mural de Siquier que se acaba de inaugurar como parte del programa Cultural SubteVive y que se suma a los ya existentes de Andrés Compagnucci, Carlos Paez Vilaró, Luis F. Benedit, Santiago García Sáenz y Josefina Robirosa, entre otros tantos. La nueva obra sigue la tónica de abstracción geométrica característica del artista; es de color blanco y azul oscuro, se llama “0908” y rodea una columna formando un triángulo dividido en tres partes continuas.
Recientemente el Gobierno de la Ciudad ha iniciado el proyecto “Miradas Porteñas”, en el marco del programa Puertas del Bicentenario. En octubre se inauguraron una serie de murales tanto para revalorizar el patrimonio de los lugares elegidos para instalar las obras (hospitales, centros culturales y espacios educativos), como para facilitar el acceso al arte fuera de los circuitos convencionales. La intención de los organizadores fue elegir artistas de diversa procedencia y formación para obtener un abanico de múltiples estilos. Antonia Guzmán, Silvina Resnik, Héctor Meana, Ernesto Pesce, Ricardo Sturgeon, Tadeo Muleiro, Adrian Dorado y Dani Dan, Fabián Attila, son algunos de los nombres convocados para “Miradas Porteñas”.
Otro alarde de tecnología (aunque en rigor no sea más que una “mediasombra artística”) es el gigantesco fotomural de 88 por 34 metros que se instaló en la fachada del Mercado del Plata, sobre la calle Carlos Pellegrini y a escasos metros del Obelisco. Arte en el Plata comenzó en octubre de 2008 con la obra “Velocidad”, de Fabián Burgos; en marzo de 2009 se montó “Siesta”, de Guillermo Ueno, que en julio fue reemplazada por “Ventana”, del artista Max Gómez Canale. Actualmente, se puede apreciar “Terraza”, de Marcos López.