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En el Metropolitan Pavillon de la calle 18 del ya consagrado barrio artístico de Chelsea se llevó a cabo la tercera edición de Pinta, del 19 al 22 de noviembre pasado.
Esta feria dedicada al arte moderno y contemporáneo latinoamericano ha logrado encauzar la mirada de nuestra producción hacia el lugar donde el cuerpo teórico está lentamente empezando a investigar, publicar y conceptualizar las características particulares e individuales de sus protagonistas y el significado de sus producciones.
En esta nueva y aun joven feria algunos creyeron descubrir el nuevo arte latinoamericano. Y es bien cierto. Muchos asistentes y hasta comentaristas se sorprendieron y preguntaron sobre la génesis de este “fenómeno artístico” y luego analizaron, relacionaron y hasta compraron. Un arte hecho básicamente desde la oscuridad, el exilio y muchas veces desde la desesperanza y el dolor. Es que recién ahora se está comenzando a escribir, al menos en borrador, la historia de los conceptualismos políticos de los 70’, durante los duros años de la represión. Y no es que muchas galerías que participaron en Pinta centraran su oferta en este episodio, pero sí despertó la curiosidad de algunos teóricos y coleccionistas con los que he dialogado en los pasillos de la muy bien armada feria. Creo necesaria esta pequeña y angosta cita para dar una semblanza del evento.
También es cierto que la participación argentina en cuanto a galerías integrantes aun es débil pero no por eso nuestra presencia es insignificante: todo lo contrario, tuvo el peso de un arte vibrante y de alta calidad. La feria rindió homenaje, en cooperación con la Americas Society, al joven artista guatemalteco Darío Escobar, representante de un neo-pop desacralizado, donde sus objetos obvios y mordaces compiten con la factura de alta calidad y sofisticación.
Solamente señalaré lo que a mi juicio, sin intención de reseña de la feria, constituye un logro para nuestro arte local. Liliana Porter presente con sus imaginativos diálogos donde concilia lo inconciliable con humor e ironía, afortunadamente vimos dos grandes telas que es el medio donde la artista se vislumbra sagaz y original.
Tomás Espina presente en el espacio que dirige Ignacio Liprandi con una gran instalación de pequeños dibujos desdibujados, donde el gesto y la espontaneidad se cruzan con el esfuerzo por encontrar la imagen. La galería GC Estudio de Arte mostró muy buenas obras de Enrique Torroja, Miguel Angel Vidal y Martha Boto. Durban Segnini de Miami ofreció otras tantas de Iommi y Arden Quin de los años 70. Cesar Paternosto, nuestro emblema del minimalismo, junto a Alejandro Puente presente en la Dan Galería de Sao Paulo. Blanca Soto, de Madrid se jugó exponiendo a la joven y talentosa dibujante Agustina Núñez y Jacob Karpio, de Costa Rica siempre generoso con la joven pintura argentina, esta vez, con uno de los mega paisajes vibrantes de Rolando Cladera, que junto a otros tantos artistas presentes en la galería, formaron parte del taller de Sergio Bazán.
La galería Henrique Faría se llevó mi admiración por su propuesta valiente y temeraria. Las obras de Margarita Paksa, que redescubrió hace poco por azar, las de Horacio Zabala que vimos varias veces en Buenos Aires y selladas en la muestra de la Fundación Alon tuvieron esta vez, la visibilidad merecida. Con sus dibujos de proyectos para cárceles individuales y los mapas de una Argentina censurada, quemada y atada nos habla, este brillante artista, de la realidad antes aludida. Obra silenciosa y contundente como los intertextos fotográficos del refinado Leandro Katz o las alegorías conceptuales y minimalistas de Eduardo Costa compartían las paredes veneradas de la galería con artistas de la talla de Juan Downey u Oscar Bony.
Un galerista que comparte, sin dudarlo, nuestra identidad y demostró en sus paredes atiborradas de obras que la justa mirada es primordial. No olvido además, la gran cantidad de dibujos actuales y de los tempranos 60’ del cotizado León Ferrari que estaban en varias galerías como mercadería segura.
Pinta cerró sus puertas aun con varias preguntas e interrogantes pero con una certeza y ella es que bien vale la pena luchar por el ideario de sus objetivos: difundir la producción del arte latinoamericano.