News Argentina

martes 27 de enero, 2009
Proa al siglo XXI
por Julio Sánchez
Proa al siglo XXI

La vuelta al ruedo de la Fundación PROA no podía ser un dato menor.

Con antecedentes museográficos como las muestras de Dan Flavin, Jenny Holzer, Sol Lewitt o Mario Merz -entre otras-, la cabeza visible y pensante de esta Fundación -Adriana Rosenberg- se lanzó con “el” artista del siglo XX, Marcel Duchamp. El golpe de timón que le dio Duchamp al arte lo catapultó a una altura donde no llega su coetáneo Pablo Picasso, ni el popular Andy Warhol, ni el chamánico Joseph Beuys, por citar una trilogía influyente. El creador del ready-made puso en foco la cuestión sobre qué es arte, pateando el tablero de discusiones académicas para instalar nuevos tópicos de argumentación. Duchamp murió el 3 de octubre de 1968, año del mono en el horóscopo chino, y año de revueltas estudiantiles y de “la imaginación al poder” en el calendario occidental; cuarenta años después se presenta en Buenos Aires y por primera vez en Latinoamérica, la primera muestra retrospectiva de su obra producida localmente. La responsabilidad curatorial recayó en Eleonora Filipovic, crítica de arte y curadora independiente nacida en los Estados Unidos y radicada en Bruselas, Bélgica, que actualmente completa su doctorado en historia del arte por la Universidad de Princenton. El título que decidió para la retrospectiva de PROA es una declaración de principios: Marcel Duchamp, una obra de arte que no es obra “de arte”.
¿Cómo se inició este proyecto? Mucho tiene que ver Jorge Helft, conocido coleccionista y promotor cultural, que atesora en su bunker de San Telmo valiosos originales de Duchamp. Se puede decir que Helft es una piedra angular de la edificación duchampiana que levantó PROA; en una conversación con la hija política de Duchamp, Jacqueline Matisse Monnier, el collector se enteró de las investigaciones de Filipovic, se encontró con ella en Bru-selas y al poco tiempo estaban discutiendo en el escritorio de Adriana Rosenberg las líneas curatoriales de la muestra, que fue pensada no sólo para conocedores sino al público que se acerca por primera vez. Filipovic ha estudiado el diseño de montaje de las muestras de Duchamp y la manera en que él las presentaba al público, develando una nueva dimensión en el artista, la de curador y diseñador de sus propias exposiciones.
El esfuerzo de producción de esta muestra se puede entender si se contabiliza la cantidad de instituciones que participaron prestando sus obras: el Centre Pompidou de Paris, el Moderna Museet de Estocolmo, el Philadelphia Museum of Art, y el Indiana University Art Museum, sin olvidar a coleccionistas como Luisella Zignone de Italia, o Jean-Jacques Lebel de Francia, entre otros. Del Moderna Museet proviene el Gran Vidrio, cuyo nombre completo es La Mariée mise au nu par ses célibataires, même (“La casada desnudada por sus solteros, aún”, según traducción literal, o “María elevada a los cielos por los batidores del cielo” según clave alquímica). Vienen varios de los ready-mades de Duchamp, y La Boîte-en-valise: el museo portátil en una valija con réplicas en miniatura de las obras del propio artista.
Para Filipovic no se trata de traer grandes “hits” sino de recoger la enseñanza de Duchamp, todo tiene su sentido, aún el papel que parece más insignificante. La muestra de PROA se inicia –sin anestesia- con los primeros ready-made (como el Portabotellas y la Rueda de Bicicleta) y se eliminan todos los antecedentes pictóricos de Duchamp. ¿Qué es un ready-made? Técnicamente son objetos señalados por el artista, y apenas intervenidos; conceptualmente es un giro copernicano, pues el acento ya no se pone en la “creación” sino en la “elección”.

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