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En una operación de gran riesgo y experimentación, Olga Autunno ha decidido dejar de lado momentáneamente la técnica que la identifica y la ha ubicado en el circuito del arte –el grabado- para internarse en el terreno menos conocido de la investigación fotográfica.
Y la apuesta no ha sido desacertada. Las imágenes que presenta en la Galería Ática ponen de manifiesto la agudeza de su mirada sobre el paisaje, el tópico ensayado en esta primera aproximación al medio.
Lejos de las estampas serenas y bucólicas, Autunno nos propone una reflexión sobre nuestra relación con la naturaleza. Lo hace a través de fotografías que exponen los efectos de la contaminación, el descuido, la invasión y el mal uso. Imperceptiblemente a veces, de manera escandalosa otras, las marcas de la desidia y la polución interrumpen una naturaleza imperturbable pero amenazada, serena pero resentida ante el ataque continuado y sistemático.
Como sucede habitualmente en el género del paisaje, la naturaleza es aquí un espejo en el que debemos meditar sobre las acciones humanas. Aunque en el nivel macro aquella resiste todo ataque o negligencia, en el nivel micro se notan sin ambages los insistentes efectos de una acción continua y persistente.
La cámara fotográfica es el medio ideal para capturar esos detalles que escapan a la mirada abierta. El encuadre se transforma en una herramienta indispensable para el lenguaje visual de la artista y su obstinada denuncia. De esta forma, el procedimiento técnico se encuentra con la necesidad conceptual, la cámara se vuelve una prolongación del brazo y de la mente, y las imágenes son el resultado de una visión pero también de un pensamiento.
Ese pensamiento encuentra un eco en los títulos. Reflejos interrumpidos, La resistencia del misterio, Interrupciones máximas, presentan el problema de la contaminación como un verdadero campo de batalla en el que ciertas propiedades naturales luchan por imponerse a los obstáculos. Cada imagen refleja los pormenores de esas contiendas mínimas, de una voluntad más allá de los designios del hombre, donde la creación se refugia en su pureza elemental.
Sin embargo, no se trata de una batalla entre humanidad y naturaleza sin más. Porque nada de lo que compete a los habitantes de este planeta se da fuera de un marco social y cultural sin los cuales ningún análisis de este tipo está completo. Y Autunno lo capta claramente en una fotografía que lleva por título La vida frágil. En ella vemos a un grupo de personas que viven a orillas de un río, en condiciones precarias, sin más cobijo que el paisaje a su alrededor. Esta foto es una especie de resumen de otras tantas que no vemos pero que sin dudas imaginamos. Imágenes que se repiten en los medios, y que son una clave para entender la difícil relación con el espacio que nos rodea.
Porque frente a la realidad del mundo existen otras realidades. Detrás de cada residuo suspendido en el agua, interrumpiendo el paisaje, hay una situación social y humana que pocas veces se nombra pero que se sabe o se presiente. Olga Autunno la capta en una sola fotografía. Pero ya sabemos, una imagen vale más que mil palabras.
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* La belleza suspendida I , II, III (tríptico) | ver imágenes adjuntas
mide cada una 100 x 70 cms, Fotografía 2008
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Info
Hasta el 20 de diciembre
Galería Ática, Libertad 1240 PB 9