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La modernidad aparece caracterizada, metafóricamente, por la solidez de su despliegue institucional (Estado, sistema educativo), por la delimitación de su territorio (los estado-nación), y por sus áreas de productividad cerrada (las fábricas). La delimitación precisa de esos dominios implicó a su vez una conquista sobre estos espacios y, a su vez, modos de operar sobre los cuerpos, a lo que Foucault denominó sociedades disciplinarias. La contemporaneidad (para algunos posmodernidad o sobremodernidad) es visualizada como la pérdida de ese sentido sólido y desplazada hacia lo líquido, en términos del sociólogo polaco Zygmunt Bauman. La fluidez es la marca de este tiempo y, por ende, lo efímero, lo que pasa permanentemente sin detenerse. De allí esta sensación que parece gobernar lo actual: el despliegue de un dispositivo sustentado más en lo temporal que en lo espacial. La captura de esa temporalidad fluida caracterizaría a las sociedades de control, según Deleuze.
Esta fluidez, en el escenario contemporáneo, ha sido encarnada con mayor vehemencia por las tecnologías de la comunicación. El avance dentro de este campo ha provocado un aumento de la velocidad en la circulación de la información, por amplias redes, ha producido consecuencias en diversos campos que van desde la circulación del capital a las relaciones interpersonales. De la crisis financiera a escala global a la intimidad como espectáculo, en términos de Paula Sibilia.
En cierto sentido, “Telefonías”, muestra del artista Mariano Sardón con curaduría de Rodrigo Alonso en Espacio Fundación Telefónica, lleva la marca de esta temporalidad nómada anteriormente descripta que caracteriza nuestro presente. La misma está conformada por dos instalaciones interactivas y dos videoinstalaciones las cuales tienen como elemento constitutivo el flujo de llamadas telefónicas operadas por la Central Juncal, creada originalmente en 1920 por la entonces Unión Telefónica.
La captura de esta temporalidad en devenir se hace evidente en la obra que se despliega en la zona de la escalera de acceso a la planta alta del espacio. Allí las tuberías transparentes por las cuales circulan líquidos coloreados, con ayuda de unas bombas que forman parte del dispositivo. Impulso burbujeante que da cuenta de ese tráfico de llamadas y de las variaciones que estas producen en el mencionado tránsito. Superposiciones, entrecruzamientos, tensiones que no impiden el desarrollo del proceso. Lo cristalino aparece como metáfora de ese tiempo estallado.
La planta alta ha sido pensada con cierta unidad para abrir el diálogo entre las obras que la habitan en donde se entrelazan diferentes modos de entender la representación de la fluidez de los datos.
El entramado de cables de la central, su infinitud y densidad, se convierten en hecho estético a partir de tres proyecciones que establecen una remisión tanto a las tuberías como a la que se encuentra enfrentada a esta. Allí, cuatro videoproyecciones dan cuenta del tráfico de información: llamadas entrantes y salientes. Los datos en su devenir, son sintetizados en una dinámica visual incesante.
Quizás sea en la sala de planta baja en donde la exhibición alcance su máximo espesor poético. Cuatro máquinas de escribir, cargadas con papel continuo, permiten al espectador escribir algunas palabras. El tecleo produce una resonancia particular, una especie de eco que rompe el sentido realista del objeto. Lo escrito se visualiza en una pantalla como videoproyección.
Inmediatamente se le reasigna un lugar a las palabras de acuerdo al flujo de llamadas circulantes por la central. Asistimos, de esta manera, al despliegue de una temporalidad múltiple: virtualidad del pasado que se actualiza y es capturado por ese flujo que dispone de él arbitrariamente. La experiencia del espectador es aquí central. Es el sujeto actual el que se encuentra en esa encrucijada temporal.
“Telefonías” pone en escena estas tensiones donde la temporalidad de los dispositivos tecnológicos ocupa el centro de su productividad. Así, en una máxima confluencia entre arte y sentido corporativo, se evidencia lo señalado por su curador Rodrigo Alonso: “En manos de Mariano Sardón la tecnología se descubre a sí misma, exhibe la magia de su funcionamiento, promueve la participación y la reflexión, con el fin de permitirnos aprehender estéticamente el singular mundo tecnológico en el que vivimos.”
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Hasta el 12 de diciembre
Espacio Fundación Telefónica, Arenales 1540