Paradójicamente, hay ciertos temas que forman parte del imaginario colectivo pero que, al mismo tiempo, están ocluidos en él. La guerra de las Malvinas es sin dudas uno de ellos.
Aunque difícilmente alguien que la haya vivido, como protagonista o testigo, no la recuerde, todavía nos cuesta vernos en el espejo de la historia y de sus secuelas, afrontar el presente de un hito marcado a fuego en la memoria y el corazón.
Juan Travnik ha asumido la tarea de construir ese espejo. Con paciencia y decisión, trabajó más de diez años en la confección de las fotografías que componen esta muestra, sólo para retratar eso que todos conocemos pero que aún nos cuesta contemplar.
La contemplación es, justamente, la base de la estrategia del artista. No se exige más que eso del espectador. Los rostros serenos de los excombatientes, registrados en un estudio, en un sobrio blanco y negro y con una cuidada iluminación, son imágenes pero también son voces, interrogantes, sentimiento. Pocas veces dos géneros tan visitados como el paisaje y el retrato logran grados de interpelación tan profundos. En el extremo opuesto al reportaje de guerra, en la ausencia absoluta de acción, hay algo del fragor de una lucha que todavía se desata. Una lucha que ha extendido su campo de batalla y su tiempo. Una lucha de la que todavía participamos en nuestra conciencia y emoción.

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Info:
Cerró el 5 de octubre
en el Centro Cultural Recoleta