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Una muestra y un libro son los encargados de conmemorar los 110 años del nacimiento de Enrique Policastro.
La Fundación Alon, dio a Alberto Giudici la responsabilidad de esta tarea. Una labor compleja, no sólo por lo que cada curaduría y producción editorial significa en sí mismas, sino por el plus que implica en este caso: reponer la imagen de un artista a partir de muy pocos materiales disponibles.
El caso de Policastro es el de aquellos pintores que habiendo tenido una importante labor, no tuvieron la correlativa fortuna en el medio. Es por eso que tanto la cuidada exposición como el libro que se ha presentado en ella constituyen un hecho fundacional.
Con investigación de Alberto Giudici, el libro esmeradamente diseñado por el estudio Marius Riveiro Villar, se ofrece al lector como una grata promesa.
Desde el comienzo, la imagen y la voz del artista se dejan sentir exhibiendo las tensiones de una vida y una vocación para revelar desde las limitaciones económicas y la imposibilidad del viaje a Europa, hasta el propósito que guió toda su obra: “yo quisiera meterme en la tierra, entrar en ella y en su realidad profunda”.
El ensayo elige como punto de partida las referencias plásticas del artista y con ellas las primeras presentaciones en los Salones Nacionales, allá por 1925 y su primera muestra individual en Amigos del Arte hacia 1928. Junto al derrotero artístico sitúa la inscripción política de Policastro como miembro del Partido Comunista.
Práctica artística y práctica política se integran sin pretensiones ni forzamientos de sentidos en este relato, para concluir que simplemente formarán parte de un modo de intervención no sólo con sus obras sino también con su militancia al interior del campo del arte.
Los motivos iconográficos trabajados por Policastro son los elegidos para vertebrar parte del texto completando además la interpretación de la obra. Así Giudici nos invita a pensar las relaciones entre los temas, los modos de representación y los sentidos buscados por el artista.
Entre estos capítulos, aparecen breves textos a modo de inserts, (distinguidos en la edición con una página ocre, como retomando algo de su paleta). En ellos se reponen con acierto temas claves para pensar la trayectoria de Policastro: “el debate del realismo” y la forma sencilla en que él logró saldarlo con su obra entendiendo tanto al realismo como a la abstracción como dos medios “igualmente eficaces”; “la fuerza de lo ancestral”-en referencia a los pueblos originarios y su espacio en el trabajo del artista; la “utopía estética” que representó el muralismo; la relación con la literatura, a través de analogías encontradas entre Caballo muerto (1950) y los versos de Roberto Ledesma o de Raúl González Tuñón. Finalmente, el texto referido a la SAAP recupera brevemente, no sólo la trayectoria de la institución sino el lugar de Policastro allí.
Una nutrida selección de obras de colecciones públicas y privadas y un apéndice documental completan este libro que no se priva además de incluir trabajos de otros artistas que dialogan productivamente con los de Policastro. La secuencia de obras muestra la identidad de su trabajo: el uso de una paleta sorda y expresiva a la vez, la búsqueda de la mayor expresividad con la menor cantidad de recursos, presentándose cada obra como indicios de la inmensidad. Como concluye el autor “su pincel no fue ingenuo” pero “dejó un margen más abierto para otras lecturas”.
Así, no sólo el homenaje está cumplido con la exposición en la Fundación Alón, sino que con esta edición podemos celebrar la reentrada de este artista dentro de los relatos de nuestra historia del arte.
Info: Hasta el 30 de septiembre
Fundación Alon, Viamonte 1465 piso 10