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Llegó el invierno. Un invierno que nos encuentra combativos, con las mentes inquietas e irritables. La lucha entre el gobierno y el campo produce grandes fisuras en nuestra economía y en nuestro estado de ánimo.
Retornan viejas antinomias: gorilas y peronistas, oligarcas y cabecitas negras; son términos antiguos que nos dividen, nos alejan del resto del mundo y de nuestros propios sueños.
Artistas como Cambre nos ayudan a aquietar la mente, tomar distancia, conectarnos con nuestro ser interior y simplemente escuchar y percibir, con todos los sentidos, el ahora. Para, a partir de allí, usar toda nuestra creatividad y entre todos cambiar la atmósfera y encontrar en medio de la crisis una nueva oportunidad.
Artistas jóvenes como Darío Curcio, también nos ayudan a desdramatizar el presente, pero en este caso desde el humor de una fantástica fotografía intervenida, para poder reírnos de nosotros mismos y hacer volar metafóricamente por los aires, a aquellos que deberían estar trabajando por nuestro bien común.
Artistas como Sabina, que pueden mirarnos a distancia y con ternura, nos ayudan a recordar que a pesar de nuestros enfrentamientos, estamos vivos y, a diferencia de lo que sucede en la anciana Europa, participamos activamente, día a día, en los temas que nos preocupan. Y hasta en esto somos creativos: en la plaza del Congreso hemos creado una atmósfera en la que pueden convivir metafóricamente, aunque a un par de metros del suelo, un toro y una pingüina.
Somos históricamente un país de contrastes: civilización y barbarie, unitarios y federales, y vivimos cotidianamente inmersos en una atmósfera en la que los conflictos no se resuelven. La mirada del artista, como un faro en la neblina, dispersa las sombras y aclara el camino. Y de esto podemos aprender, porque el éxito es posible, simplemente hay que encontrar la salida. Está en nosotros quejarnos de la atmósfera o ayudar a cambiarla.