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Una importante selección de pintura europea y argentina en las colecciones del Museo Nacional de Bellas Artes llega a Killka
Desde tiempos inmemoriales las vides acompañan al hombre y requieren incontables desvelos para aprovechar el beneficio de sus frutos. Una refinada y compleja cultura agrícola creció en torno a las ramas retorcidas cargadas de pesados racimos; así las uvas, sometidas a ancestrales alquimias, dieron el vino, la bebida que despierta todos los sentidos y libera al hombre de sus pesares cotidianos. Para los antiguos griegos Dionisos –o Baco–, el dios de la vegetación y del vino, encarnaba este espíritu de embriaguez, falta de límites y exceso, propios del fluir vital.
Ricos y pobres, virtuosos y holgazanes, todos participan de la fiesta que premia el trabajo en los surcos, la vendimia, que es un tema recurrente del costumbrismo europeo, que acoge diversas simbolizaciones, entre ellas la del comienzo del otoño.
Momentos del vino reúne diecinueve obras de las colecciones del Museo Nacional de Bellas Artes, abarcan desde fines del siglo XIX hasta mediados del XX, a excepción de una pintura anónima del siglo XVIII.
Como sostiene maría José Herrera, curadora de la muestra, “La presencia del vino es insoslayable en las celebraciones. No hay fiestas sin brindis. No hay brindis sin vino. No hay vino sin el arte ancestral que le da origen. El arte y el vino comparten la cualidad de exaltar nuestros sentidos; ambos implican experiencias muy antiguas que los hombres renuevan y resignifican día a día”.
La muestra, organizada para celebrar el segundo aniversario de el Museo Killka de Bodegas Salentein, se completa “De Barcas y Guerreros” de Hernán Dompé y “Oro y agua” fotografías de Eduardo Dolengiewich.