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El nombre de la muestra antológica de Marcia Schvartz responde a una obra homónima de 1994, un óleo que representa un cactus con forma femenina o –dicho de otra forma- una mujer con forma de cactus.
La imagen respone a la tradición de transmutaciones vegetales que se puede rastrear largamente en la historia del arte; la relación simbólica entre el ser humano y el reino vegetal responde a la modalidad primaria de la vida, y al vínculo entre el hombre y el árbol –particularmente-, entendidos ambos como una nexo entre el cielo y la tierra, entre el mundo superior y el inferior. En la mitología griega son frecuentes estos casos de transmutación: abandonada por su amante, Filis se ahorca en un árbol y al morir fue encerrada en él, Demofonte volvió y se abrazó a este árbol, y desde entonces rebrotaron hojas verdes; mejor conocida es la leyenda de Dafne que se convierte en laurel cuando es alcanzada por Apolo. En su Metamorfosis el poeta latino Ovidio también cita este tipo de transmutación que se actualiza con fuerza en el Renacimiento: en El combate de amor en el sueño de Polifilo, una obra de Francesco Colonna publicada en Venecia en 1499, aparece una xilografía con siete vírgenes ninfas que se transmutan progresivamente en árbol a partir de la cabeza, y en muchos grabados esotéricos del siglo XVI la alegoría de la Alquimia se representa como una mujer-árbol.
En la obra de Marcia Schvartz la mujer-cactus esboza una sonrisa amplia y su cabellera vuela al viento, el cuerpo con espinas que se agrupan de a cinco o seis que le dan a la figura cierto aire de martirio, los senos redondeados tienen una flor en el lugar del pezón, el sexo está abierto como una herida y las manos dispuestas como quien muestra los estigmas de una crucifixión, todo ello en un paisaje ardiente de magenta y con un sol intenso pero sin rayos.
La atracción por el cactus se encuadra en la serie temática del noroeste argentino que la artista emprendió a fines de la década del noventa; en muchos de las pinturas el marco estaba resuelto con la madera seca y porosa del cardón. En la misma dirección cabe citar la obra del fotógrafo Res, Yo-cactus, 1996, un políptico de cuatro imágenes que narran la transformación del mismo autor. La indefinición ontológica de la mujer – cactus se puede resumir en el interrogante alquímico: ¿cactificar la mujer?, ¿feminizar el cactus?, (ilustrado también varias obra de Víctor Grippo: rosificar el plomo, plomificar la rosa) que apunta básicamente al misterio de “materializar el espíritu o espiritualizar la materia”.
Ánima es solo una de las más de cien obras que se pueden ver en el Museo de la Universidad Nacional de Tres de Febrero, elegidas y presentadas por un curador agudo como Gabriel Levitas. La intensidad creativa de Marcia se verifica en cada una de las obras elegidas y en cada uno de los períodos representados incluyendo sus últimas producciones, unos dramáticos fondos de mar. La artista demuestra su capacidad para captar las sutilezas de sus vivencias personales, desde la ternura que despierta la pava de loza agujereada transformada en maceta del patio de un conventillo (El baño del morocho, 1989) hasta la fuerza descontrolada de la Erinia (2003), la personificación femenina de la venganza que ni siquiera se somete a las leyes de los dioses olímpicos.
Hasta el 18 de julio, en Muntref,
Valentín Gómez 4838, Caseros