News Argentina
Hace exactamente 50 años Luis Wells exponía por primera vez en Buenos Aires, ciudad donde nació en 1939, y a donde volvió definitivamente después de una estadía en Londres y Nueva York, entre 1966 y 1975.
El artista exhibe hoy en Córdoba su obra más reciente que celebra una sus juveniles elecciones sesentistas: pinturas abstractas, techos escultóricos y divertidos “toys” (objetos lúdicos). Forma y color, elementos autónomos, toman la sala de Sasha D. y abren el espacio expositivo hacia una plasticidad pura. Este es el primer impacto en la exposición del artista, hecho inédito para esta ciudad. Toda la sala de la galería se ha transformado en una sola obra, donde cada pieza exhibida podría ser parte o fragmento de ella. De esta manera, cada plano del espacio propone un nivel de percepción: sobre las paredes, se despliegan pinturas y techos exhibidos como relieves, enormes volúmenes que se extienden luego hacia los techos como esculturas; y en el piso, dispuestos, e invitando a la intervención del espectador, los objetos toys. En la sala también se exponen maquetas de otros techos. A la hora de diseñar una obra (y cabe hablar de diseño en el caso de un artista que hizo confluir el diseño industrial, la arquitectura y el objeto en una obra plena de vitalidad), Wells concibe al espacio mismo como obra. La condición de su arte es que la experiencia del espectador importa y su presencia condiciona y es influida a la vez por la obra, en un devenir necesario para Wells. Sus toys, formas abstractas (que incluyen algunas reminiscencias figurativas) se encastran y permiten construir cada uno de ellos figuras diferentes. Aquí la libertad del espectador es mayor: la obra puede cambiar su forma en sus manos. En el caso del conjunto de pinturas, sobre tela o papel, se trata de nuevas obras abstractas basadas en una geometría muy libre, a la manera de Wells, sólo que esta vez dejan más lugar a una pintura muy expresiva donde se perciben las pinceladas, una pintura más gestual; ambos territorios confluyen y dialogan en el plano de la imagen y de esta manera rompen lo que podría ser una composición unitaria. A través de ese juego de intercambios descomponen la imagen. Se intuye una aproximación a un caos, pero ese aparente desorden está contenido. Sus famosos techos, con los que Wells se destacó, después de su temprana incursión en el informalismo (es uno de sus referentes en el país junto a Kemble y Greco, por citar sólo algunos nombres), están hoy en museos y residencias privadas. En la muestra (y en esta época), estas piezas se han vuelto monocromas: montadas sobre paredes de colores, son las obras que más sorprenden al espectador local.
Wells hizo su primer techo en 1964 para la casa del arquitecto Osvaldo Giesso; entre otros, también diseñó uno para la casa de Jorge Romero Brest (cuando éste era director de Artes Visuales del Instituto Di Tella). La maqueta de esa obra integra la colección del MoMA de Nueva York, y la obra se encuentra alojada en el Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires, aunque no se exhibe. El Malba adquirió el año pasado en arteBA otra de estas construcciones para exhibirla en su restaurante. Y allí se encuentra hoy, atravesado el techo blanco sólo por una línea negra que baja por la pared, muy cerca de la gente.
Definitivamente, era lo que Luis Wells quería (y logró), desde que creó su primer techo escultura: que la obra se integrara a la vida, que se mezclara con la vida, y que el espectador se transforme en un habitante de la obra.
Info: Hasta el 2 de agosto SASHA D. Espacio de arte,
Fray Luis Beltrán y M. Cardeñosa, Córdoba