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“Somos el río que invocaste, Heráclito.
Somos el tiempo. Su intangible curso acarrea leones y montañas, llorado amor, ceniza del deleite…”
Jorge Luis Borges, “El hacedor”
En estos días se inauguró en el Museo Municipal de Bellas Artes de Tigre (MAT), una muestra antológica dedicada a uno de los artistas más populares, prolíficos y versátiles de los últimos tiempos, Carlos Páez Vilaró.
“Más que un pintor, yo creo que soy un “hacedor”, se autodefine el artista uruguayo que este año cumple 85 años de vida, más de 60 con la pintura y 25 en el Tigre.
Autodidacta, curioso y audaz, Páez Vilaró ha incursionado en la arquitectura, la pintura, la cerámica, el arte textil, la escritura y una extensa lista de lenguajes creativos, que dan cuenta de una búsqueda incesante, al igual que sus permanente viajes por el mundo, y su ir y venir, de Uruguay a la Argentina.
“Soy el pintor del medio del río”, se define nostálgico, y evoca el inicio de su peregrinar con su llegada a Buenos Aires, a los 18 años. Instalado en el altillo de una pensión ubicada en la calle Piedras, trabajó en una fábrica de fósforos y en una imprenta, pero poco a poco nació su pasión por el dibujo.
Frecuentaba los cabarets del Bajo y en uno de ellos le dejaron dibujar en las mesas a cambio de que sacara a bailar a las chicas que querían mostrarse. Esos dibujos, le permitieron entrar como cadete en una agencia de publicidad, y desde entonces, nunca se detuvo. “Mi mayor descanso es el trabajo”, comenta el artista, con las manos manchadas de pintura amarilla, prueba de su reciente labor interrumpida.
Pero por estos días, no sólo persiste la satisfacción y la pasión por el trabajo. También está la nostalgia, al ver gran parte de su trayectoria, materializada en la exposición del MAT, integrada por más de 100 obras cuidadosamente seleccionadas para brindar un panorama de su vida como “hacedor”.
“Yo la llamé Fragmentos, porque es una retrospectiva, en el sentido de que estoy evocando etapas que ya pasaron, desde mi iniciación, con mi primer óleo, pintado en 1950 hasta mis últimos trabajos realizados en 2008”, señala el artista desde su “mini Casapueblo” en el Tigre (una réplica de la construcción original situada en Punta Ballena, Uruguay y que hoy funciona como museo). Se trata de una vivienda de paredes blanquísimas y redondeadas que ha moldeado a su estilo durante años, anexando objetos recolectados en sus innumerables viajes, como si se tratara de un gran nido. Y junto ese nido, se halla su taller, una antigua casa de madera que compró con su mujer hace 25 años, refugio tropical en el que ha trabajado infinidad de horas.
Y el hecho de que la muestra sea en el “joven” Museo del Tigre es aún más emocionante. “El museo me parece estupendo y muy dinámico. Al principio la invitación me pareció inmerecida, pero decidí aceptar porque fue hecha con muchísimo cariño”, señala.
Reacio al análisis retrospectivo, armar una muestra de estas características, al principio fue para Páez Vilaró una tarea difícil. “Hay obras que no me gustaban antes, que incluso las había desechado y ahora me volvieron a agradar. Creo que el artista de vez en cuando debe darse el gusto de revisar su obra, la que sobrevivió al embate de sus necesidades y quedó sepultada por años, maniatada por las telas de araña al esqueleto de las estanterías”.
Recorrer esas obras rescatadas del olvido y muchas otras que fueron exhibidas por el mundo, invitan a conocer otras culturas, viajar con la imaginación y absorber un poco de la energía creadora de este artista que conoció a Picasso, Dalí, y Calder. “Hay una vitalidad que emana del ritmo de su propia vida”, dijo alguna vez el Rafael Squirru con respecto al pintor uruguayo. Y justamente a ese crítico argentino está dedicada la muestra en el MAT. “Él fue el que trajo a los pintores uruguayos a la Argentina y hermanó nuestra pintura, es por eso que al venir a mostrar mis cuadros, no puedo dejar de pensar en él” dice Páez Vilaró con emoción.
Muchos celebraron la obra de este artista. En el prólogo de “Mediomundo”, J.L. Borges escribió: “Hacia mil novecientos veinte, el abogado Pedro Figari, descubrió las posibilidades pictóricas de los negros. Otros artistas han seguido su ejemplo, con diversa fortuna; nadie ha logrado y merecido la fama de Carlos Páez Vilaró, cuyos sensibles y elocuentes dibujos tengo el honor de prologar”.
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*Escenas vinculadas la negritud uruguaya y africana, casamientos, velorios, bailes, carnavales y comparsas pueblan algunas de las obras de Páez Vilaró. En otras, aparecen exóticos animales de colores o motivos africanos de exquisita sensualidad.
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Del 11 de julio al 31 de agosto
MAT, Paseo Victorica 972. Tigre