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Las fotografías de Ianko Perea transfiguran uno de los acontecimientos más únicos y al mismo tiempo más banales de nuestras vidas: las ceremonias familiares. Con un estilo sobrio y un encuadre medido, en un riguroso blanco y negro, las imágenes transforman gestos y situaciones comunes en pequeños momentos de singularidad.
La formalidad del evento les otorgan un cierto aire atemporal. Aunque son actuales, parecen fuera de nuestro presente. Los trajes, los escenarios, los comportamientos no han cambiado en años; la forma de retratarlos tampoco. Por eso, toda mínima variante resulta en un verdadero descubrimiento. Así son las imágenes de Perea: sutiles revelaciones en un ámbito donde predomina lo igual.
A veces, del conjunto, el artista destaca algunos individuos; en ellos se neutraliza, momentáneamente, el sentido social de la fiesta. Sus apariciones son pausas en el continuo visual, pero también en el entramado ceremonial del cual surgen. El formato pequeño de las fotos niega el espectáculo y rescata cierta intimidad. Una intimidad de la que se hace cómplice al espectador, que busca un eco en su sensibilidad y en su memoria emotiva.