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Marcela Astorga. Territorio salvaje
Las obras de Pasión y restitución de Marcela Astorga (Mendoza, 1965) están unidas formal y conceptualmente y recurren a materiales -cerdas, cueros, géneros- y desvelos inscriptos desde el inicio de su trayectoria artística. En la notable muestra, que ocupa dos salas de la galería Dabbah Torrejón, la artista trabaja el concepto de vestigio y de exaltación -que encierra violencia pero también deseo- y la idea de recuperación.
Atravesadas por la suavidad y la aspereza, las piezas que reciben al espectador se vinculan con anteriores series realizadas en cuero vacuno y ovino. Astorga presenta un “gran vidrio” conteniendo un buen número de ellos, que afloran como una categorización de algo que ya no es. Subidos a un pedestal, dentro de una caja transparente, los cueros curtidos y apilados se vuelven inalcanzables y lucen como un asombroso paisaje.
Una enorme “cruz” de cuero vacuno, despojada de la figura central e iluminada desde atrás, domina parte del espacio y deja ver rastros de una existencia imaginada, violenta como la experiencia soportada por el material. Trazadas con cerdas de caballos cosidas, las plantas arquitectónicas de célebres museos, vistas de frente, muestran imprecisa e irónicamente sus límites; de costado los “museos” con los pelos sobresaliendo, se transforman en un territorio salvaje, cuestionado por la artista. En esa misma sala, otras obras imaginadas a partir de telas con texturas, en parte desbrozadas, se ofrecen como una segunda piel, surcadas por corrientes de apasionamiento, por fibras rojas, misteriosas.
Info: Durante junio en la galería Dabbah Torrejón, El Salvador 5176
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Miguel Rothschild. El camino de las lágrimas
Fotografías, collages, objetos y video en la muestra Con penas ni gloria de Miguel Rothschild (Buenos Aires, 1963), en galería Ruth Benzacar, donde vuelve a frecuentar la cita y los materiales preexistentes, imágenes de la historia de la pintura y de la cultura popular, junto a elementos de consumo, para articular un universo repleto de melancolía y de humor, ácido. A la nostalgia que sobreviene con el paso del tiempo, la infancia lejana, el paraíso perdido (conmovedora foto de otra serie), pareciera que al artista se le suma su condición de expatriado; vive hace casi dos décadas en Berlín.
Tristeza y juego en un notable entramado en el que Rothschild evoca situaciones de extrañamiento, como en Más barato que Gursky, dos fotos de exhibidores, repletos de cotillón, cotizadas menos que las millonarias fotos del alemán; populariza la foto Salto al vacío de Yves Klein (flotando en el aire) pidiendo al espectador que con una maquinita trepane papeles con la forma del artista y lo haga volar; imprime la imagen de El grito de Munch y confecciona con ella una interminable guirnalda; elige 33 obras que retratan personajes llorando y traza el camino de las lágrimas con una cuerda fijada al piso; construye con sorbetes un gran y etéreo poliedro, forma tomada del grabado Melencolia I de Durero; multiplica imágenes coloridas de un ambiguo San Sebastián a los que cuelga formando festivas decoraciones, que perfora dejando caer papel picado al suelo. Fin de fiesta en esta exhibición que arranca sonrisas y remite a ciertos pesares tanto individuales como sociales.
Info: Hasta el 14 de junio, en Ruth Benzacar, Florida 1000
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PA(i)SAJES. Entre el “pasaje” y “paisaje”
Con inusual itinerancia (Asunción, Salta) llegó al CCEBA - Centro Cultural de España en Buenos Aires PA(i)SAJES, la muestra curada con refinamiento por Adriana Almada, salteña afincada en Asunción, donde realiza una prolífica tarea como escritora y crítica de arte, editora y curadora.
Un despojado montaje permite internarse con intensidad al concepto de esta muestra que, como el título, se desliza entre “pasaje” y “paisaje”. Mientras Ana Benedetti arma con pequeños módulos un rompecabezas con forma de nube sobre la pared, Rodrigo Cañás se adueña de otro muro armado sólo con un lápiz y traza un caudaloso “río de verano”; transformando el paisaje que llevan consigo y dejando que el espectador diseñe el suyo.
Fragilidad e inmaterialidad en la obra de Cecilia García Ruffini, cuyos enchufes irradian una luz pasajera, tan efímera como las cintas de papel que instaló Guido Yanitto; con un movimiento ambas pueden desaparecer: la luz se apaga, el papel se rompe.
La contundencia de la foto de una aborigen chaqueña de Guadalupe Miles, que logra trascender la mirada antropológica (como dice la curadora), es diametralmente opuesta a la inestabilidad de la acción del bello video de Roxana Ramos, que excava las dunas de Cafayate en frenética búsqueda de algo que no se sabe qué es, mientras el viento borra una y otra vez sus intentos.
Info: Hasta el 11 de julio, en el CCEBA, Florida 943.