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Al llegar a La Cumbre, provincia de Córdoba, nos dejamos llevar por las sensaciones que el entorno nos transmite sea por el contacto con la naturaleza, el descanso, o por el simple hecho de intuir que “algo pasa” y ese “algo”, esa atmósfera que se respira está ligada a hechos vinculados, entre otras cosas, con las artes visuales.
La Cumbre se ha convertido en los últimos años en un lugar donde recalan gran cantidad de artistas plásticos motivados en su mayoría por la soledad-tranquilidad que aún atesora esta ciudad serrana, lejos del mundanal ruido citadino y en contacto con el sinfín de colores que como un arcoiris se abanica a lo largo del año. Caminamos por la ciudad y nos encontramos con un maravilloso espacio destinado a la exposición de obras de uno de los maestros de la plástica argentina, me refiero a Miguel Ocampo, artífice de esta sala de dimensiones generosas, iluminación acorde a los requisitos actuales, en fin, un lugar digno de destacar y que algunos deberían tomar de ejemplo. Esta es la conclusión de una vida coherente, destinada a un objetivo sin concesiones, con la pasión del “artista” y la generosa actitud de entregarnos un espacio que perdurará en el tiempo. Su pensamiento y filosofía de vida se pueden resumir en las palabras de Fabian Llebenglick que mucho antes de este proyecto escribió: “Miguel Ocampo ocupa un lugar descentrado en el panorama de la pintura Argentina de la segunda mitad del siglo. Esto se reflejó, durante muchos años, en la actitud de los demás pintores, para quienes él era un diplomático (mientras que para los diplomáticos era un pintor). Para Ocampo la pintura es una cuestión reflexiva, un lugar de percepción profunda, de pensamiento no articulado, así como una actitud de vida. Siempre ha sido un artista solitario al que le endilgan el elogio débil de pintor fino. El refinamiento, sumado a la gentileza y la discreción, no sólo no son atributos débiles, sino de una enorme fortaleza, sobre todo si se tiene en cuenta la coherencia y el sostenimiento durante toda una vida, de convicciones personales y artísticas que parecen haberse perdido para siempre.” Ocampo comenta “este espacio se construyó con esfuerzo e intenta ser un aporte a la cultura”, se lo ve orgulloso y feliz. Los silencios, el entorno, la tela y el pincel son los emblemas con los que Ocampo supo interactuar consecuente y honestamente dentro de la apasionada vida de un artista. El espacio, en la ciudad de La Cumbre, se puede visitar de martes a domingo en el horario de 11 a 13 hs. y de 16 a 19 hs.