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Después de recorrer América latina durante varios años, Daniel Kiblinsky presenta su muestra de fotografías en a que retrata a trabajadores en sus oficios, muchas veces invisibles para la sociedad que los recibe y necesita.
Igual de invisibles -y silenciosos- podrían resultar los paisajes en donde están encuadrados estos trabajadores, pero no para el entrenado ojo del fotógrafo, para quién el paisaje empezó a tener un papel importante. Dentro de él, es el cielo el que gana la pulseada y se lleva el protagónico ya que aparece ocupando gran parte de las fotografías, dejando en la zona inferior apenas un módico lugar a la tierra, que trabaja como un ancla y que por comparación resalta la majestuosidad de esos cielos que bien pueden mencionarse en plural, porque son diversos: los hay turquesa límpidos, de nubes grises y amenazantes o atardeceres de naranjas encendidos.
La obra de Kiblinsky dispara una ráfaga de aire puro que surge también de los bosques por donde la lluvia acaba de pasar, resaltado los verdes de las hojas, o simplemente de los campos divididos en parcelas, en los que vuelve a hacerse invisible, como en su muestra anterior, el trabajo humano. Las personas aparecen tímidamente en una foto que, según el mismo fotógrafo, es la punta del iceberg de la próxima propuesta y que, nos adelanta, tendrá al ocio como eje en tanto momento para conectarse con la naturaleza. Kiblinsky trabaja tanto en 35 mm. como en digital y realiza toma directa sin intervención alguna.
En esta muestra el paisaje nos sumerge en las inmensidades, tal vez para recordarnos la pequeñez del ser humano dentro del Universo y que el cielo, aunque tenga nubes densas, no termina ahí y que por encima de ellas hay un Infinito.
Info: Hasta el 4 de mayo Centro Cultural Recoleta , Junín 1930