La casa de Isaac Fernández Blanco está siendo restaurada en pleno centro porteño, pensada como uno de los testimonios arquitectónicos de lo que fue la vida de las familias adineradas que a fines del siglo XIX y principio del XX decidieron instalarse en el Barrio Sur, para vivir en el corazón de lo que fue la bohemia porteña. El viejo sueño del equipo que viene trabajando en el Museo Fernández Blanco hace 25 años era rescatar la casa, restaurarla y subdividir la colección en las dos sedes de acuerdo a cada época. Es un proyecto ambicioso que contempla desde la restauración de la boisserie de nogal y roble, los vitrales, los pisos entablonados con marquetería fina abajo, los mosaicos pompeyanos, de los baños, los techos, hasta la recuperación del color original de las paredes, y mucho más.
La Dirección del Museo, encabezada por Jorge Cometti, quiere contar dos capítulos de nuestra historia por medio de estas dos sedes. "El primero en el Palacio Noel, Museo colonial asociado con lo virreinal", explica Patricio López Méndez, curador del museo. Y el segundo en lo que fue la casa que habitó Fernández Blanco. "Con esta casa se pueden contar tres historias fundamentales", establece López Méndez.
La primera consiste en ver cómo era la casa de una familia acomodada en el Barrio Sur desde, desde las modificaciones en el 80 hasta la remodelación más afrancesada de Alejandro Christophersen pedida por Fernández Blanco en 1901 luego de la muerte de su madre "para ampliar y redecorar su casa, combinando la tradición con toques de modernismo", según puede entenderse de los documentos del museo. Además, esta casa tiene que ver con todo su entorno; está vinculada al primer subte sudamericano ubicado a una cuadra, cercana a la avenida más afrancesada, Avenida. de Mayo, símbolo de esta generación que decidió modernizar y hacer un país de cero. Es la representación del proyecto de país positivista y liberal que ellos tenían, como parte de la generación del 80, y Buenos Aires era la perlita. Es la época de la organización del país, de la construcción de la idea de Nación, de los extranjeros, de los pensadores de la patria, de los indígenas. Entonces todo lo que abarca la colección del S.XIX y XX formaría este segundo capítulo y se trasladaría a la casa una vez terminada, con el mismo criterio transformar este nuevo museo en un ámbito para todas las manifestaciones artísticas de esa época. "Porque Fernández Blanco es eso, es un típico personaje de esa época" describe López Méndez .
La segunda historia es la de un personaje como él, un moderno que entendía que era fundamental coleccionar para narrar esa historia desde los objetos.
El último punto es el coleccionismo en sí. Fernández Blanco es básicamente un coleccionista y decide poner ese coleccionismo en función de este proyecto de país, como muchos otros lo hicieron. Por eso la casa comprenderá su colección de instrumentos musicales (que hasta ahora estaban en el Teatro Colón), de numismática (la Academia Nacional de la Historia tiene como base fundacional al Instituto de Numismática), de textiles, de uniformes, de monedas, de boletos de tranvía y de abanicos orientales. Tapicerías francesas, cerámicas españolas e italianas, marfiles, alhajas y platería europeas se albergarán en sus salones. De nuestro país se expondrán peinetas de carey (peinetones) que estaban como pantallas de varios apliques y platería gauchesca y pintura de esa época.
En 1921 Fernández Blanco dona lo que ya era su colección y la convierte en el primer museo privado de la ciudad y muere en 1928. Pero en 1947 todo lo que estaba en la casa se traslada al Palacio Noel, mezclando así lo colonial con las diferentes colecciones de pinturas y objetos pertenecientes a Fernández Blanco. La casa queda entonces en mano del Gobierno de la Ciudad como oficina de Administración hasta que en 2002 vuelve a manos de la Secretaría de Cultura, hoy Ministerio, y ahí se logró retomar el proyecto de trasformar la casa en museo con un guión museológico reformulado sobre tres ejes bajo la dirección de Jorge Cometti. En manos de Silvia Fajre, Cultura comenzó a armar el presupuesto y desde la gestión de Aníbal Ibarra, como Jefe de Gobierno de la Ciudad, siguiendo con la de Jorge Telerman. El proyecto de restauración sigue en marcha y planean concluirlo para el festejo del Bicentenario. "Esto dependerá de si las siguientes gestiones deciden acompañar o no el proyecto", comenta López Méndez. Aunque en ese entonces la casa no era una de las grandes residencias reconocidas, hoy tanto ella como su dueño representan una época, una manera de vivir y la transformación arquitectónica de nuestra ciudad, de la que cada vez quedan menos testimonios. Y esto es fundamental en un país en donde las cuestiones de identidad, de patrimonio y de cultura nacional están todavía sin resolver. La casa cuenta con un ascensor Otis de 1900 que debería volver a funcionar, mosaicos pompeyanos en los baños y balcones; uno cubierto que Fernández Blanco denominó "Montevideo" que será la sala de exposiciones temporarias del museo junto con el auditorio. El primer cuarto será el espacio de interpretación de toda la casa en donde se verán los 3 ejes del guión. Los dormitorios serán reconstruidos de acuerdo con los distintos períodos, el federal y el romántico con mobiliario norteamericano y europeo.
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