News Argentina
Alivio y desazón produce la muestra antológica de Oscar Bony en el Malba. Alivio porque ya está paga una deuda que todos teníamos con él. |
Alivio y desazón produce la muestra antológica de Oscar Bony en el Malba. Alivio porque ya está paga una deuda que todos teníamos con él. Desazón porque después de enfrentarse a obras de tal potencia, el espectador se da cuenta de la intolerable mediocridad en la que está sumergida la producción contemporánea del arte argentino y del arte en general. Bony no fue un artista de medias tintas, el arte era su exorcismo, su manera de conjurar miedos y pasiones profundas. Era un hombre que pensaba profundamente en la muerte y por eso disfrutó al máximo de su vida. Siempre tenía cosas que decir, y las gritaba y cuando no había nada que decir, se quedaba callado, no producía para satisfacer a nadie ni gastaba pólvora en chimangos. No fue, ni mucho menos, uno de los mejores artistas de la Argentina, era más que eso, un pensador que apeló al lenguaje del arte para abrir nuevas perspectivas de conciencia. Su pensamiento iba más allá de cualquier cliché y en charlas personales él mismo contaba su malestar ante la falta de seriedad en el pensamiento crítico, pues todo se nivelaba para abajo y nadie hacía el esfuerzo de nivelar para arriba (situación que se acentúa cada vez más). "Submarino amarillo" es un faro en su producción, tanto desde la forma como del contenido; se exhibió en el Instituto Di Tella en 1966 como "fuera de las formas del cine", pues no se ajustaba a ninguno de los formatos conocidos entonces y la idea no era escandalizar con el desnudo masculino sino exponer el concepto de tiempo esférico, al que accedió a partir de conversaciones con un físico amigo de su familia. Treinta años después se volvió a mostrar el Submarino..., esta vez en el Museo de Arte Moderno y aún en ese entonces (1996), con libros de divulgación publicados sobre el tema, muchos siguieron sin entender el sentido. Bony hizo la obra cuando tenía 24 o 25 años, descorazonado por la incomprensión tiró todo a la basura. En aquel entonces también hizo obras con la retórica minimalista (Sinusoide o Estructura, 1967) y conceptual (Ejercicio semántico o Erótico, 1966), ambas poéticas de resistencia a la estética más banal del pop que ya era ley en los Estados Unidos y se estaba instalando en estos lares. Info: Hasta el 30 de enero - Malba, Avda. Figueroa Alcorta 3415 Bony amigo. Rasgos de una personalidad La foto lo muestra sentado mirando a su gato negro, también sentado, en la planta baja de su interminable petit hotel de la calle Perú, casi Caseros. Decía que en la casa había un espíritu que vagaba por ahí, y que ya se había acostumbrado a su presencia. En esa planta baja y en el primer piso había hecho sus fotos baleadas. El policía de la cuadra ya no se perturbaba cuando escuchaba los tiros, tranquilizaba a los vecinos diciéndoles que era un artista haciendo obra. Pocos le creían. La primera vez que disparó lo hizo en línea recta al cuadro, la bala rebotó contra él y casi lo mata. Ahí aprendió que tenía que disparar en diagonal. Lentamente había transformado ese petit hotel en su bunker de doble entrada y a la vez infranqueable. Convirtió la terraza en una especie de homenaje a Gaudí. Llegó a alquilar el subsuelo para un jardín de infantes y la mansarda a estudiantes extranjeros que yo le presentaba, y ambas ingresos le permitieron vivir con cierta holgura. Detestaba que los perros ensucien la vereda. Se cansaba de baldear hasta que en un momento sorprendió a la dueña del perro y al perro dejando su regalito. No lo dudó, ahí mismo arrojó el balde de agua sobre ambos; nunca más tuvo que salir a baldear. Éramos vecinos y nos visitábamos frecuentemente, en ese entonces no teníamos celulares y nos llegábamos sin avisar. Él decía que reconocía mi manera de tocar el timbre con la técnica del "pizzicato", corto y nervioso. Llegaba a mi casa al mediodía, sin anunciarse y yo le abría la puerta, charlábamos de física cuántica, de la vida y la muerte, del tiempo y la teoría de las catástrofes, se iba contento y decía: "en esta profesión - para él ser artista era una profesión de 24 horas, jornada completa, día y noche- se gana poco, pero la libertad que tenés no se puede comparar". Era fuerte como un toro, pero de niño era tan flaquito que su mamá lo hacía desayunar con un churrasco y dos huevos fritos. Nadábamos en la pileta de Ciudad Universitaria, él sin antiparras. Le presté las mías, se sumergió y al rato saltó del agua casi tosiendo. Entre risas dijo que la claridad de visión era tan absoluta que pensó que estaba fuera del agua y respiró como si nada. Luego contó una experiencia límite que tuvo buceando en no me acuerdo qué aguas. Se desesperó porque su equipo de buceo no le proveía más aire, el instructor iba muy atrás y no se daba cuenta de la situación, y estaba demasiado lejos de la superficie como para subir de golpe sin que la presión lo haga estallar. Con el relato sentí su propia desesperación, el ahogo de estar sin aire bajo el agua, sin arriba, sin abajo, ni adelante ni atrás. El instructor se acercó y desde atrás levantó una palanca que le habilitó el tanque de emergencia, Bony volvió a respirar. |