Nota publicada online
Con curaduría de Marcelo Pacheco, la muestra en Walden Gallery, reúne alrededor de 150 imágenes, muchas de ellas inéditas. Hasta el 25 de septiembre
“(…) con una cintura que desafiaba a la rama tierna del árbol ban, y una frente deslumbradora como el cuarto creciente de la luna del mes de Ramadán… ojos grandes y lánguidos cual los ojos de la gacela sedienta; una boca minúscula con dos labios encarnados, un cuello de tórtola, y lo demás, que no se veía, por el estilo”
(de la 745ª noche, del libro Las mil y una noches)
La cita fue escogida personalmente por el artista y publicada en el catálogo de la época. Es curiosa la elección, el relato describe a una figura grácil y etérea y se podría relacionar con una visión personal o bien con una forma poética de representación del deseo. En todo caso, la perspectiva es un tanto disociada con la propuesta-vectores paradojales,escribe el curador de la muestra actual-, en relación al conjunto de obras que se presentan.
En abril de 1976, (sólo tres semanas después del golpe militar del 24 de marzo), Oscar Bony exhibió en la desaparecida galería Artemúltiple parte de las fotografías eróticas que ahora, 45 años después, pueden verse en Walden Gallery. Rareza y casualidad, el espacio se encuentra en la misma calle y distante a unos pocos metros de donde tuvo lugar la muestra original. En aquella ocasión fueron enunciadas simplemente como fotografías, tal vez como un modo de evadir posibles problemas con las imágenes. ¿Fueron acaso ´demasiado´ para la época? si fue así los conflictos no pudieron evitarse; fueron efectivamente, censuradas. Aun no se sabía la dimensión de la etapa oscura a la que la Argentina había ingresado.
Casi cinco décadas después la historia es otra. Ahora pueden verse alrededor de 150 imágenes, (copias actuales tomadas de las películas vintage) agrupadas en series, de un total de 343 existentes. Muchas de ellas son inéditas y ni siquiera fueron vistas por el autor -exceptuando la instancia del negativo- ya que a la mayoría, Bony nunca llegó a copiarlas y claro está, tampoco formaron parte de su selección, cuando tuvo lugar la exhibición originaria. En ellas se evidencia la crónica fotográfica de un voyeur recurrente, fetichista y preciosista; a veces crudo, y hasta con vestigios de sordidez. A la vez muy fino, el rara avis que era.
Planos cerrados sobres pieles diversas, erecciones, bocas y extremidades vistas desde escorzos anómalos que insinúan poco, más bien enseñan. El brillo de un muslo, el perfil de un vello púbico, la sombra que desciende del ombligo al sexo. Retratos y autorretratos, paisajes, escenas marcadamente sexuales que bordean hasta ahí -pero no llegan- lo pornográfico, entre sensuales figuras fantasmagóricas.
Más hardcore que alucinado, casi nunca sutil, con una mirada directa e inclusive puntualmente violenta en ciertas tomas, afilado y refinado, también encuentro particular cierto modo artificioso que se repite, tanto en el erotismo explícito como en tomas enfocadas en otras perspectivas. Vuelvo a citar el texto del curador “alejándose de ese mandato de ser réplica de lo real, retrato fiel de lo que nos rodea, negando la idea de «fotografía correcta»”.
Las fotografías de época, en papel color, fueron realizadas cambiando la química del proceso. Sin ninguna modificación posterior, el resultado es más pictórico que real. Algunas veces pintaba de blanco a sus modelos, en un modo distanciado de mostrar -pero no tanto-, las pieles retratadas que se ven con el recurso, cuarteadas. En otras untaba con vaselina el lente de la cámara, con lo que lograba capturas borroneadas, neblinosas, como captadas a través de un vidrio esmerilado, como si los cuerpos estuvieran envueltos en vapor. Ese cúmulo de decisiones pertenecen también a la época, recursos y modos simples de modificación de las imágenes, procesos analógicos y artesanales sin las posibilidades multiplicadas disponibles en la actualidad.
Aunque las fotografías presentadas son de realización previa, en algunas de las series pueden encontrarse ciertas analogías con la obra de la artista estadounidense Nan Goldin (Washington D.C.1953); como la paleta de colores enrarecida y estridente, el acabado pictórico y el cuidadoso desenfado.
Fuimos pareja durante largos años y encuentro necesario mencionar que mi mirada sobre su exhibición y cualquier otra cosa que le refiera, se encuentra supeditada a una inevitable subjetividad. Acepté realizar la crónica porque fueron nuevas también para mí las imágenes, exceptuando a algunas pocas. Pienso que la exhibición ofrece una oportunidad para evocarlo de manera certera como artista; Bony era un personaje intenso, como muchas de sus obras, también sombrío, sensual y brutal; esperaba y confirmé revisitar su mirada aguda y sensible. Me alegró ver que las imágenes lo representan en una personal caligrafía fotográfica. Para ver más de una vez.