Crímenes banales
Desde los comienzos del nuevo siglo, la obra de Ananké Asseff despunta como una de las más interesantes en el panorama de la creación joven local. Formada en la provincia de Córdoba, pero con una carrera desarrollada fundamentalmente en Buenos Aires, Asseff ha conseguido atraer la atención de la crítica y el público con una obra intensa, comprometida y consustanciada con el contexto sociopolítico de su producción.
La exposición Crímenes banales, en la que trabajó con el curador chileno Justo Pastor Mellado, confirmó la calidad y el interés de su trabajo. Resultado de un proceso de investigación paciente y meticuloso, conformó un núcleo temático y conceptual que se internó profundamente en uno de los aspectos más extendidos pero menos evidentes de la vida urbana contemporánea.
La muestra giró en torno a la violencia, el temor y la sospecha. Retrató, por una parte, a aquellos que viven bajo el temor, que están siempre a la defensiva, que sólo conocen la vigilia expectante, la desconfianza y la precaución. Gente que vive con armas en sus hogares, que duerme con ellas, que sólo se siente segura en su compañía, que han adoptado una cotidianidad donde las armas no son extranjeras. Ni policías ni delincuentes, ni soldados ni cazadores. Personas que vemos circular a diario por las calles, que llevan a sus hijos al colegio, que forman parte de una ciudadanía democrática y que, sin dudas, creen en todos los valores y derechos de la libertad individual. Personas que, aun así, viven con miedo. Y que ante ese sentimiento, se adelantan en la defensa de su propia protección.
Por otra parte, el tema llevó a la reflexión sobre los lugares de la víctima y el victimario, la confianza y la sospecha, la defensa y la agresión. En un mundo de recelos e incertidumbres, estas posiciones no parecen claramente delimitadas. ¿Quién podría estar definitivamente libre de cualquier sospecha? ¿Cuáles son los límites de la seguridad en un mundo donde las personas se preparan para ser víctimas (o victimarios)?
La muestra abordó estas reflexiones a través de tres conjuntos de obras.
La serie fotográfica Potencial (2005-2007) son retratos a cuerpo entero de personas en sus hogares portando armas. El entorno habla sobre sus habitantes; son livings de clase media o alta, bien amueblados, ambientes carentes de toda tensión salvo por la que sus propios dueños introducen. Hay personas solas y en pareja, todas en una estricta frontalidad, serenas pero a la vez expectantes. El impacto de las imágenes se produce en un doble nivel: al exhibir personas habitualmente no asociadas con las armas y al cuestionar los estereotipos del "pobre", el "morocho", el "marginal" armados.
La serie de videos Vigilia (2005-2007) vuelve sobre el mismo tópico pero aquí los portadores de las armas aparecen como víctimas de su propio temor. Incapaces de conciliar el sueño, de encontrar tranquilidad en sus propios hogares, estos retratos electrónicos dialogan con los fotográficos, ofreciendo un nuevo matiz sobre el problema. Finalmente, una video instalación interactiva, Rueda de reconocimiento (2007) colocando al espectador en medio del fuego cruzado. Aquí, el visitante se encoentró con un grupo de sospechosos anónimos, en fila, serenos, aparentemente inofensivos. Pero al acercarse, su seguridad se pierde por un instante, y en ese momento se replantea el rol del protegido y de la víctima. Como en la vida real, y como lo deja en claro el conjunto de obras de esta exposición, no hay nada más endeble que nuestra dudosa posición, entre la violencia y la seguridad. Cerró el 9 de diciembre, Centro Cultural Recoleta, Junín 1930
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