Cuando llegaron a las 1.500 personas, el personal de la galería Ruth Benzacar dejó de contar. Faltaba más de una hora para cerrar, pero el artista de la noche se había retirado a su casa luego de ser agasajado con múltiples manifestaciones de cariño. La inauguración de la muestra del extraordinario León Ferrari (Buenos Aires, 1920) se convirtió en una celebración. Días antes, el artista ya había tenido un justo homenaje organizado por el Centro Cultural Recoleta, a propósito de haber sido distinguido con el León de Oro en la 52ª Bienal de Venecia.
El jurado de la Bienal justificó su decisión de premiar a Ferrari de la siguiente manera: "Hay un cuerpo de obras [que incluye su histórico e icónico "cristo" crucificado a un avión de utilería, La civilización occidental y cristiana, 1965] en el Arsenale que presenta algunos pocos ejemplos de una carrera larga y sustancial. El artista en cuestión ha sostenido una práctica crítica en el contexto de una situación política y social usualmente antagónica. El artista recibe este premio no solamente por esta actitud ética y por su compromiso político, sino también por una relevancia estética contemporánea que resulta inesperada para una práctica que se extiende por seis décadas". Antes, sólo Antonio Berni y Julio Le Parc fueron los argentinos distinguidos por la más que centenaria institución.
Así culmina un año en el que, simultáneamente, su obra se presentó en el encuentro veneciano y en Documenta en Kassel, en la Bienal de Valencia y el Museo de Arte Contemporáneo de Chile (envío a la Bienal de San Pablo 2006) y actualmente en Benzacar. Para 2008 se lo espera en la Bienal de Sydney y para 2009 se prepara una exhibición en el Museo de Arte Moderno de Nueva York.
Aun cuando comienza a trabajar y exhibir a mediados de los años 50 en Roma, y realiza un trabajo relevante en Buenos Aires durante los 60, durante mucho tiempo su obra sólo es reconocida por algunos colegas y contados críticos. Recién comienza a crecer sostenidamente en la consideración de muchos hace menos de 10 años, a partir de su inclusión en la colectiva "Heterotopías: medio siglo sin lugar, 1918-1968" (2000), curada por Mari Carmen Ramírez en el Centro de Arte Reina Sofía de Madrid, y tras su exhibición individual en la Universidad de Essex (2002). La polvareda que suscita el intento de censura a su retrospectiva en el Recoleta (2004) le trae un gran reconocimiento popular. Pero en Brasil, donde vive cuando parte a San Pablo al exilio en 1976, y hasta 1991, es tempranamente apreciado.
Ahora, en Benzacar presenta con excelente montaje nuevas "Ramas, dibujos y poliuretanos" que sintetizan las dos vertientes del autor: una preponderantemente estética y otra que tiene una dimensión ética.
Mientras que las "ramas" suspendidas (desde el techo) de sauces eléctricos que forman un bosquecillo, pueden ser asimiladas a sus sutiles "dibujos aéreos" realizados en metales, en los dibujos escritos incorpora nuevos materiales, como el delineador textil, que al chorrearse desdibuja las palabras del Evangelio que copia, y la pintura relieve "Acrilex", que aplica con espátula para crear texturas o usa para transcribir sobre vidrios, acrílicos y telas, descripciones de los "infiernos" según distintos santos, para repetir su carta al Papa, en donde solicita la abolición del infierno.
Las obras en poliuretano, esa espuma plástica porosa que se expande y hace crecer sus recientes esculturas de formas impensadas y apariencia orgánica -hongos nucleares, ciudades, personajes-, a las que le suma multiplicidad de objetos de diverso tamaño, como esa patineta adosada a una contundente forma en anaranjado furioso que sugiere la figura de un adolescente en movimiento. Es un hecho, la vibrante y desafiante obra de Ferrari es elogiada y reclamada intensa y consistentemente por críticos y curadores, artistas y público de todo el mundo. ¿Por qué apela a tantos y de tan distinta procedencia? Es posible aventurar que la riqueza temática y estética de su obra inaugura la posibilidad de mirar más allá, de pensar y sentir lo inesperado; que invita al espectador a sumergirse en un universo de audaz experimentación y brillante inteligencia, de irreverencia y política, erotismo y fina perspicacia. Ferrari, que también trabaja con piezas que poseen una entrañable y sensible relación con la música, disfruta de un momento artístico y existencial espléndido. León Ferrari nació en Buenos Aires en 1920, hace dibujo y grafismos desde 1962, escultura desde 1955 y collage y objetos desde 1964. Vivió en Brasil entre 1976 y 1991. Participó en las muestras colectivas: Di Tella, 1965; Homenaje al Che, 1967; Tucumán Arde, 1968; Malvenido Rockefeller, 1969; Bienal de La Habana 1986, 1994 y 2001, Veinte Años, 1996; Re-aligning Vision, 1997; Identidad, 1998; Cantos Paralelos y Global Conceptualism: Points of Origin, 1999; Heterotopías, Reina Sofia, 2000. Entre las más recientes muestras individuales podemos destacar: Escrituras, en Ruth Benzacar, marzo 2004. Centro Cultural Recoleta, noviembre 2004. Museo Nacional de Bellas Artes de Neuquén, noviembre 2005. Publicó: Palabras Ajenas, 1966/7; Nosotros no sabíamos, 1976, Parahereges, 1986; Cuadro escrito y Hombres en 1984; Bíblia, 1989; Exégesis 1993, etc. Argonauta publicó La Bondadosa Crueldad: poesías y collages. Participó en congresos en el país y en el exterior Recibió algunos premios: Medalla de las Abuelas de Plaza de Mayo 1997, Beca Guggenheim en 1995, Salón Belgrano 1998, Premio Costantini 2000, Premio Clamor Brzeska 2003, Artista del año de la Asociación Argentina de Críticos de Arte 2005.
Info: Hasta el 29 de diciembre Galería Ruth Benzacar, Florida 1000
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