A menos de un año de su muerte, la muestra "Itinerarios" de Carlos Gorriarena vuelve a poner ante nuestra mirada la inusitada potencia expresiva de su pintura. Aquella potencia siempre lograda, que se hace eco de la frase que el artista siempre solía repetir: "un cuadro debe romper la pared". Metáfora fuerte con la que el pintor aludía a las intenciones de su imaginario: cuestionar ante todo, la lamentable noción de buen gusto que, equívocamente, aparece como "belleza"pero la pintura no es un adorno decorativo para aquietar la mirada en la indiferencia, sino imágenes que agitan esos fantasmas que nos habitan con frontales o sinuosas evocaciones de un mundo que no está regido, precisamente, por la inocencia sino por esos contrastes que Felipe Noé definió con palabras justas cuando dijo - refiriéndose al color de la pintura de Gorriarena - que es un adjetivo calificativo.
Magnificamente curada por Diana Wechsler,"Itinerarios" no es la simple elección de un conjunto de cuadros sino que a partir de una cuidadosa investigación, la curadora seleccionó algunos de los momentos privilegiados del artista, acompañados casi siempre de bocetos y dibujos que son como la cara íntima de la gestación de estas obras. Aquellos puntos que siguen insitiendo, para componer al fin una vital, doliente y luminosa visión de la actualidad.
La muestra recorre la producción del artista, cincuenta años que, no obstante las transformaciones de sus planteos, dan un buen acceso a las obseciones que coherentemente atraviesan su obra. Si excluímos algunos pocos momentos de lirismo, el gesto que compone y ordena las imágenes casi siempre tiene algo de crispado, de violento, que ya se registra en las obras anteriores a las de los 70, momentos en los que el artista comienza a transitar sus implacables imágenes que manifiestan un real espeso y que no abandonará hasta su muerte. En las anteriores, donde las planimetrías conjugan un espacio simbólico, algo de asfixia comienza a recorrer sus trabajos y aunque el gesto expresionista roza la abstracción y no permite reconocer al mundo, esta pintura, lejos de sueños formales y tranquilizadores nos embarcan en una materia en plena lucha por significar.
En la década del 70 la obra de Gorriarena, lejos de intimismos, comienza a componer una épica. Sus hallazgos pictóricos de anteriores etapas seguirán presentes en sus potentes imágenes, ahora referidas a la historia y al acontecer público. En estas pinturas abstracción-figuración no son antinómicos sino que se entrelazan en los espacios más o menos naturalistas de sus figuraciones. Gorriarena introduce en la gestación de sus obras-aunque con otro sentido- un mecanismo típico del Pop Art al hacer surgir sus obras como la segunda instancia de imágenes tomadas de los medios, que interpretará con su impronta expresionista; dirá refiriéndose a ellas "me actualizan sobre la incoherencia del mundo".
Con el advenimiento de la Democracia, el poderoso foco del pintor se orienta hacia otras zonas de la realidad. Sus pinturas ahora presentan la farándula y otros submundos: lugares voluptuosos, excitación, frivolidad, vicio y abandono; punks -que el artista llama del cuarto mundo- y que se muestran como en el mejor. Si antes sus cuadros mostraron distintas formas de violencia, señalando hasta que punto procedemos de ella, en estos, con ironía, sarcasmo y aguda penetración, dice que en la televisiva y promocionada frescura y esponteneidad de sus personajes, la violencia se hizo mueca decorativa y persiste en sus trazas, signos y jeroglíficos abstractos.
Recorrer las obras de su última etapa depara otras sorpresas: enigmáticas figuras aparecen en medio de paisajes que ahoran se vuelven importantes protagonistas; el espacio se abre convocando distancias mayores y si bien su pintura sigue siendo la captacií²n de aquellos aspectos que lo histórico-político producen en la realidad, pareciera que el artista estuviera indagando otros sentimientos del mundo donde aquí y allá se manifiesta un soterrado lirismo. Carlos Gorriarena supo extraer las claves mas profundas de nuestra realidad inventando anatomías y espacios, conciente de que la vida de las formas es la otra trama, el verdadero cuerpo de la pintura.
Info:
Hasta el 30 de diciembre Muntref, Valentín Gómez 4828, Caseros.
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