No se puede pensar en la obra de Jorge Demirjián (1932) sin hacerlo sobre la figura humana. El tratamiento del cuerpo ha sido siempre avasallante, perturbador, sin concesiones.
Enraizado en un expresionismo en el que el dibujo es esencial, los personajes pueden estar vestidos, semidesnudos, pasan por el espacio del cuadro, tocan jazz, están sentados, en actitud de espera, el gesto exacerbado demarcado por el trazo de un pincel que no duda, la mirada siempre observadora.
En su reciente muestra en Agalma no nos encontramos con "el reposo del guerrero" pero sí con un Demirjián concentrado en "Situaciones", creemos, personales.
No hace falta que Demirjian pinte a su figura de cuerpo entero. Más bien decidió focalizar el rostro, que a veces cubre con una mano, en otras, lo mide y en otras ¿enlaza o ahorca?, o lo intenta destruir como se dice lo hizo con obra de la que no estaba satisfecho.
¿De qué se está acusando el artista? Quizás... ¿De que no se sintió nunca atraído o seducido por los vaivenes de la moda? ¿De que lo suyo sigue siendo la pintura? ¿De que sigue ahondando acerca del hombre como un enigma? ¿De que en el espacio pictórico siga con su atrevido cromatismo? Esta muestra nos hace pensar en el eterno interrogante que el arte plantea a los artistas y que les permite cuestionar sus más íntimas convicciones. Esto es lo que propone Demirjián al desnudar su pensamiento.
Info: Cerró en Galería Agalma, Libertad 1389
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