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La invención de Marcel Duchamp que tuvo mayor trascendencia en el desarrollo del arte contemporáneo es el ready-made. La primera obra de ese género, Rueda de bicicleta sobre un taburete, fue ensamblada en Neuilly en 1913. Pero sus proyectos no se limitaron a esas producciones, su trabajo fue diverso. Más de medio siglo después, en 1966, cuando muchos creían que "ya no hacía nada" (tras el abandono del "inconcluso" Gran vidrio, en 1923), terminó una de sus proyectos más ambiciosos, una compleja instalación construida en secreto durante veinte años: Étant donnés (Philadelphia Museum of Art).
Hacia esa época Duchamp había comenzado a desarrollar una nueva actividad: la de conferenciante. Quizá la pieza más destacada de esta labor es la célebre intervención que tuvo, junto a Rudolph Arnheim y Gregory Bateson, en el coloquio de la American Federation of Arts, en Houston, Texas, dedicado al análisis del "acto creativo". Se han cumplido recientemente cincuenta años de esa disertación, que fue publicada en el verano de 1957 en la revista Art News.
Desde que concibió el ready-made, Duchamp propuso una nueva lectura "interpretativa" de las obras de arte. En esta vía, sus estrategias de recepción buscaron no llevar nunca al contemplador hacia la captación plena del sentido. Para ello, propuso los "retardamientos", unas astucias dirigidas a asegurar que al receptor siempre le quedara algo por descifrar.
En la ponencia de la American Federation of Arts aseveró que el "acto creativo" era impensable sin la participación del receptor (descifrador, intérprete activo o usuario). Sin duda, el tema de la competencia del espectador fue uno de sus aportes más substanciales.
En relación con esta problemática, señaló textualmente: "En conjunto, el acto creativo no está realizado sólo por el artista: el espectador pone la obra en contacto con el mundo exterior descifrando e interpretando sus cualificaciones internas y, en esa forma, añade su contribución al acto creativo. Esto resulta más obvio aún cuando la posteridad pronuncia su veredicto final y, en algunas ocasiones, rehabilita a artistas olvidados".
Duchamp, en definitiva, inauguró un modo interpretativo y un modo de comprender la experiencia artística que se relaciona con la Estética de la recepción (planteada a fines de la década de los sesenta por los alemanes Wolfgang Iser y Hans Robert Jauss). Esta situación es de notoria importancia. La obra de arte, para creador del famoso Fountain, es un espacio que se transforma por la actividad de los contempladores. No hay un espacio artístico "aureolado", con significados inmóviles y eternos (varios sentidos pueden superponerse en un mismo trabajo).
El espectador sólo podrá disfrutar de la obra de arte una vez que abandonando el anterior status del arte: contemplación, resolución estructural, bella apariencia, etcétera, busque por sí mismo el sentido. Es una reflexión interrogativa, un placer reflexivo, que no producirá ninguna significación categórica ni llevará a una definición absoluta del "carácter artístico".
No estuvieron ausentes en la conferencia de Houston otras definiciones, como la dedicada al concepto de "arte". "Quisiera poner en claro- señaló- mi interpretación de la palabra 'Arte' [...]. Quiero decir, simplemente, que el arte puede ser bueno, malo o indiferente, pero cualquiera sea el epíteto empleado, debemos llamarlo arte: un mal arte es a pesar de todo arte, de la misma manera que una mala emoción sigue siendo una emoción".