Este año, la presencia de Antonio Seguí en Argentina dejará una huella importante en el itinerario de las exposiciones sobre arte argentino. Luego de las muestras realizadas en los centros culturales Borges y Recoleta, el museo Castagnino de Rosario exhibe parte de su producción concretando otra fase más en el desafío de consolidar su vínculo institucional con entidades de Buenos Aires. Pues esta exposición forma parte de los proyectos que el museo desarrolla con el Centro Cultural Recoleta desde el año pasado.
En esta instancia, pinturas, tintas y pasteles, fechados desde 1992 en adelante, ponen de manifiesto la consistencia de una trayectoria que tuvo sus inicios en 1957, cuando el autor hizo su primera exposición individual en la galería Paideia de Buenos Aires.
La obra de este artista, nacido en Córdoba en 1934, es un pilar importante a la hora de visualizar los lineamientos de algunos de los lenguajes que pusieron en escena las tensiones entre figuración y abstracción, en el marco de un contexto de redefinición de los basamentos estéticos que se habían afirmado desde la conformación del campo artístico a principio del siglo XX en Argentina.
Luego de un período de abstraccionismo matérico, próximo al informalismo que caracterizó sus primeras muestras en Buenos Aires entre 1961 y 1962, el lenguaje de Seguí presenta una versión diferencial de la "nueva figuración", con prescripciones, sobre todo, de elementos del informalismo y del pop art.
Desde 1963 vive en Paris, donde su obra alcanza gran madurez en tanto define las características simbólico-formales que conservará en los años posteriores acentuando la carga crítica subyacente en sus pinturas previas.
Los trabajos de estos últimos quince años son caracterizados, principalmente, por la presencia de un universo que transporta las cualidades de lo múltiple y de la simultaneidad, a través de las vistas de una ciudad, los personajes caricaturescos fuera de escala, y los objetos cotidianos con los que, de alguna manera, hace su propia alegoría de la sociedad contemporánea. Sus tintas, construidas en torno a una composición diferencial a la de sus pinturas, exacerban el ímpetu de una figuración que también alude al hombre como ser social. Aparece en ellas la misma perspectiva irónica desde la cual ha planteado sus pinturas que, pese a ser realizadas en París, lo muestran como un intérprete auténtico de la realidad de su lugar de origen. Hasta el 30 de julio, en el Museo Castagnino, Av. Pellegrini 2202 CP 2000 Rosario, Santa Fe
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