Mumtaz Jahan murió cuando parió a su decimocuarto hijo y su esposo, Sha Jahan, la enterró en el mausoleo que iba a contener sus propios restos. Fue construido en mármol blanco sobre una plataforma cuadrada en cuyos extremos se levantan cuatro minaretes; tiene cuatro fachadas iguales entre sí, cada una con un iwán (pórtico) encerrado en un marco con inscripciones -en negro- del Corán y flaqueado por cuatro iwanes más pequeños a cada lado. Cuatro chattri (edículos) resguardan la gran cúpula que alcanza unos 73 metros hasta la espiga de bronce dorado que sostiene una media luna. La simetría perfecta del conjunto se refleja en las aguas de un largo estanque que duplica la fachada principal, y que atraviesa un jardín divido en cuatro partes que a la vez se subdividen en otras cuatro mediante 16 senderos. Los musulmanes creen que la simetría es la expresión de la belleza del Paraíso y por eso los constructores del Taj Mahal se esmeraron tanto en ella. ¿Ahora bien, qué tiene que ver un mausoleo mogol ubicado en Agra, norte de la India con la obra que Pablo Siquier exhibe en Ruth Benzacar? Nada y mucho. Naturalmente el argentino no pensó en el mausoleo mogol cuando hizo sus cuadros (al menos eso creemos...) y nada de la escatología o la estética islámica parece haberlo inspirado. Desde el punto de vista formal están unidos por un casi estricto apego a la simetría axial y por una bicromía (negro y blanco) que en Siquier es absoluta y en Taj Mahal está apenas alterada por la incrustación de piedras preciosas. La simetría sigue siendo el parámetro de belleza de la humanidad, recientes estudios antropométricos han llegado a la conclusión que una persona es considerada bella en tanto más simétrico es su rostro (y cuerpo, ciertamente). Las composiciones de Siquier desafían al espectador a encontrar un detalle asimétrico, como si fuera un "juego de diferencias". Y de hecho los hay, todo parece un gran altorrelieve que proyecta sombra, cuya simetría no es precisamente especular. Algo más, todo el conjunto parece haberse generado en la pantalla de la computadora hasta que el cursor comenzó a borrar caprichosamente. Muy acertadamente dijo Nacho Valdez que el resultado era una especie de "Pollock geométrico" y agregó que Siquier no trata de innovar sino de llevar hasta el fondo las consecuencias de su propia imagen (otra aseveración asaz acertada). Entonces, esa preocupación por inscribirse en la historia de la belleza entendida como simetría se desbarranca con el cursor travieso. Austeridad extrema de recursos implica casi siempre barroquismo de interpretaciones, imágenes como la de Siquier remontan la mente a los territorios más variados: geometrías art decó, ornamentos arquitectónicos y hasta los diseños de "de los manteles que tenía mi vieja" (sic P. Siquier). ¿Y porqué no remontarla hasta Agra? Después de todo la simetría del Taj Mahal tampoco es perfecta, el cenotafio de Sha Jahan está desplazado del centro pues fue agregado posteriormente, los minaretes se inclinan progresivamente a causa de la desecación del río Yamuna y las emanaciones industriales corroen el mármol. En fin, Siquier y el Taj Mahal parecen decirnos que la simetría perfecta no existe en esta tierra, ¿quizá sí en el Paraíso?
Info: Hasta el 27 de julio, en Galería Ruth Benzacar, Florida 1000
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