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Marino Santa María es un artista de grandes búsquedas que encontró el espacio urbano como lugar de expresión y de encuentro... "Cuando sentí que el uso del caballete se agotaba, decidí pintar la calle, no fue otra cosa que colorear mi patio de juegos" afirma . |
Marino Santa María es un artista de grandes búsquedas que encontró el espacio urbano como lugar de expresión y de encuentro... "Cuando sentí que el uso del caballete se agotaba, decidí pintar la calle, no fue otra cosa que colorear mi patio de juegos" afirma . ¿Qué tipo de formación tuviste? Hice la escuela primaria y secundaria en Barracas, me crié en ese barrio, mi vida transcurrió allí. Posteriormente ingresé en la Escuela Manuel Belgrano y terminada mi cursada allí, preparé un examen para entrar a la Prilidiano Pueyrredón. Al poco tiempo de recibirme obtuve el premio a los jóvenes en el Salón Nacional. Por el año 1983 fui designado profesor de dibujo en la Pueyrredón. En el año 1992 tuve el cargo de rector nomalizador en dicha institución hasta el año 1998 en el cual se crea el IUNA y decido renunciar al cargo. Ese es el año en que el proyecto de la calle Laín cobra vida. ¿Cómo surgió el Proyecto Lanín? Fueron pasando algunas cosas antes de decidirme a realizar dicho proyecto. Hubo algunos incentivos externos y algunas casualidades a la hora de optar por un arte público. La galería Hoy en el Arte de Teresa Nachman seleccionaba, por ese entonces, una serie de artistas y les brindaba la posibilidad de realizar un viaje a elección. Es decir, cada uno elegía su destino. Yo fui seleccionado y opté por España. En ese momento estaba la Feria de Arco, pero lo primero que visité es el Círculo de Bellas Artes y en esa oprtunidad conocí a Javier Maderuelo que se encontraba realizando la curaduría de una muestra de arte público. Yo hasta ese momento nunca había pensado en la posibilidad de hacer un arte de ese tipo, pero ese fue un primer contacto interesante. Otro acontecimiento clave fue en Mar del Plata, en donde quedé impresionado con las proyecciones sobre la pared que realizaba una marca de coches. Se me ocurrió de esta manera que podía ser interesante proyectar obra en la ciudad. También en esos años había pensado hacer arte adentro de los colectivos. La idea era poner serigrafías sobre Buenos Aires que se vendan a muy bajo costo a favor de las instituciones que hacían prevención de Sida. Al aceptar el rectorado algunos de estos proyectos fueron quedando postergados, hasta que renuncié al cargo del rectorado en el 98. Ya las proyecciones en la ciudad las había descartado porque ya se habían hecho muchas en distintas regiones del mundo. Me parecía que estaba repitiendo algo que ya se había gastado Y con respecto a los colectivos habían cambiado sus formatos y no me gustaba el espacio nuevo planteado, así que lo descarté. Y lo primero que se me ocurrió fue hacer una instalación en el paredón del ferrocarril y colgando cuadros míos en las fachadas. El origen de mis intervenciones urbanas fue ese. Luego vino el proyecto Lanín. Fue un trabajo arduo. Con un grupo de veinte ayudantes gestionamos cambiar las veredas y las casas fue necesario revocarlas, blanquearlas y recién después pintarlas. Se mantenían las molduras, los relieves de las casas lisos, de modo de conservar el estilo arquitectónico y resaltarlo con un color muy fuerte. Así se fue dando color y vida al barrio. ¿Qué te impulsó a querer salir del clásico trabajo de artista de taller puertas adentro? Estaba cansado del trabajo solitario que tiene el taller, la obra de caballete. Y me sorprendí de un montón de experiencias que fui descubriendo a medida que me animaba a salir. El encuentro con los demás fue muy interesante. Encontraba siempre respuestas positivas: el entusiasmo de los vecinos, e incluso vale destacar la respuesta de colegas y de arquitectos que apoyaron y siguen acompañando. La propuesta era que los que viven en el barrio o los que vengan de visita se encuentren con una muestra de arte contemporáneo al aire libre. Sin ser propiamente un trabajo que busque explícitamente ser político, hay una actitud de algún modo política en él, o si se quiere social y creo que esta búsqueda tiene que ver con mi primera formación, con la educación que también recibí de mis padres. Siempre fui de Barracas y me interesó el trato con la gente de acá que es de origen humilde. Creo que a través del arte es posible contribuir a que muchas personas mejoren su calidad de vida. ¿Cómo son tus intervenciones artísticas hoy? Hoy en día ya encontré un perfil más auténtico, más personal y más destacado del conjunto porque no hay tantos que lo practiquen y que me permite sentirme cómodo en el rol de intervenir los muros de la ciudad. Las intervenciones pueden ser de tipo efímero o no, como por ejemplo mis trabajos realizados en Lanín, en el Abasto o el Discépolo en Callao y Lavalle. También he realizado un trabajo para las madres de Plaza de Mayo en Montes de Oca y Pedro de Mendoza. En el espacio de la ciudad intento no realizar tantos murales, sino que mi obra se adapte a lo que hay. Si tomo la ciudad para crear, busco intervenir en el árbol, en la vereda, en el banco de la plaza; tomo el espacio completo, no me restingo solamente a la pared. Es muy distinto, en cambio, cuando trabajo en espacios cubiertos, donde planteo una situación de recorrido o de acompañamiento a lo que sucede allí. ¿Qué es para vos el arte? Es la posibilidad de compartir la transformación. El arte es uno de los tantos caminos para la libertad. Es allí donde se puede creer en las utopías porque son posibles realizarlas y realizarse como persona también. El arte transforma la vida interior, pero también exterior. Lo que yo provoco en la calle mejora la ciudad pero ese no es el motivo principal. Mi logro es interior, lo que busco es sentir el lugar donde me puedo realizar. Considero que en cada cuadro no está la obra, sino que está en el conjunto; en el transcurrir de la vida, en la permanencia, pero sobre todo en el poder pensar y repensar los cambios que uno va provocando: qué aporta en lo personal cada una de las acciones que se van haciendo, qué me pasa a mí, pero también qué le sucede al espectador y esto implica hacerlo partícipe de la experiencia artística impulsándolo a querer expresarse también. El arte de algún modo incentiva algo que tiene que ver con mejorarse uno y ayudar a que otros también se animen. ¿Qué pensás que es clave a la hora de compartir tus conocimientos a tus alumnos del taller? La calidad de la enseñanza es muy importante. Hay personalidades distintas, lo cual puede haber formaciones diversas. Por eso, en mi taller lo que atiendo es a la personalidad de cada uno y que cada cual tenga una actitud profesional hacia el medio. Al realizar esta próxima muestra en el Gallery lo que pretendo es ofrecerles a quince artistas de Necochea la posibilidad de exponer en Buenos Aires. Es importante brindar posibilidades legítimas de expresión a los alumnos. En los talleres no hay una evaluación, con lo cual yo pretendo que la misma tenga lugar en un espacio que figure profesionalmente en el circuito, no en un bar o en un centro cultural perdido. Si yo formo alumnos les tengo que dar la posibilidad de insertarse. Si no lo hago, los dejo librados a que se arreglen solos; lo cual es posible que no puedan y se frustren. Al grupo de taller de Buenos Aires, en varias oportunidades, luego de un año intenso de trabajo, se los invitó a exponer en galerías como Praxis. ¿Te considerás un maestro? Sí. No me considero un docente dado que no me interesa seguir un programa clásico escalonado, por eso más bien, creo ser maestro. En mi labor trato de acercarles a mis alumnos lo que necesitan para destacarse, para ser únicos, para ser distintos y no cumplir pasos para aprender técnicas o para aprender modos de ver. Considero que más importante es proponerles que el único camino que tienen en el arte posible es la total libertad. La misma tiene como único límite, los límites de cada uno, que son importantes conocerlos para de a poco, superarlos. ¿Cuál es la buena obra? Se podrían pensar en dos tipos de buenas obras. Una es la que está bien pintada. Es una buena obra porque es armoniosa, está bien equilibrada, funcionan las proporciones, los colores; funciona todo. Así y todo no creo tanto en las virtudes de la misma. Pero sí considero una buena obra aquella que nace una buena idea y tiene una buena interpretación. Allí la obra debe provocar, al que la produce y al espectador, una reflexión, un misterio. Es decir, la misma incita a buscar y encontrar la verdad. Eso es lo que yo puedo ver o sentir frente a una buena obra de otro. Con respecto a mí trabajo, esto es más difícil, porque ver lo ajeno es más fácil. Siempre expreso que luego de realizar un buen labor me quedan sensaciones corporales. Hay ciertas palpitaciones frente a lo que realizo que quedan atrapadas en la memoria del cuerpo. Y cuando se repiten en mí, es ahí es cuando considero que mi obra está terminada. ¿Qué pretendés transmitir con tu obra? Busco plantear un arte que sea cercano. La calle brinda una relación natural con la obra. A veces con el arte pasa que no se entiende, entonces es común que el espectador tome distancia de ese placer simple. El barrio brinda la posibilidad de restituir ese lazo roto y volver al arte más cercano, fundar una relación más íntima con el arte. Lo que yo hago es crear nuevos paisajes. El chico que nació en la calle Lanín, nace con un paisaje muy distinto al que tenía yo, por ejemplo. Para él, el paisaje del barrio es color, arte, vida; para mí el paisaje era una fábrica, una chimenea; otra realidad. Hasta este momento el único que había hecho calles enteras era Quinquela Marín. Un artista que no fue atendido en su momento. Fue muy criticado por ser popular, como si no fuera digno de un análisis. Sin embargo siempre por el exterior Quinquela sobrevivió, no por nosotros, y hoy siempre expreso, que en arte público fue el gran propulsor. ¿Qué esperás de tus alumnos? Lo que espero de mis alumnos es que sepan compartir lo que hacen con los demás, que sientan que no son únicos en el mundo, que no sean soberbios ni arrogantes. Que les vaya bien, pero que no se la crean. Que tengan la humildad de poder dar y no negarse a los demás. Es importante es estos tiempos escapar a la especulación del mercado, porque ahí es donde muere el artista. El artista debe mostrar su obra a todos sin distinción. Rodin decía que hay que aprender a ser hombre antes que ser artista. Y eso creo que es lo que han demostrado los grandes artistas... eran también grandes personas. |