El 19 de julio se cumplen setenta años de la inauguración en Munich, ciudad paradigmática del nazismo, de la exposición Entartete Kunst (Arte degenerado). Un día antes, en la Casa del Arte Alemán, en la misma calle, Hitler había inaugurado la Gran Exposición de Arte Alemán, muestra oficial de la estética del nazismo.
La primera tenía la pretensión de desvelar la depravación del arte moderno, supuesto producto intrínsicamente judío y bolchevique. Pero sólo seis de los 112 artistas eran judíos. Aún así, en un folleto fechado en 1937, se afirmaba que "el dadaísmo, el futurismo, el cubismo [...] son la flor ponzoñosa de una planta judeoparasitaria que ha echado raíces en el suelo alemán".
La idea de Joseph Goebbels, ministro de la Propaganda del régimen, era presentar una exposición que ejemplificara de los "frutos de una humanidad degenerada y de una generación patológica de artistas". Ese arte, afirmaba, "insulta el sentimiento alemán, o destruye o confunde la forma natural, o simplemente revela una ausencia de aptitud manual y artística adecuada".
En la ocasión se presentaron pinturas y esculturas de los expresionistas alemanes, de Otto Dix, George Grosz, Paul Klee, Henri Matisse, George Braque, Marc Chagall, Giorgio de Chirico, James Ensor, Wassily Kandinsky, Piet Mondrian, Pablo Picasso, etcétera. Se exhibieron 650 obras de las 16.000 confiscadas en treinta y dos museos durante 1937. Muchos de esos trabajos fueron quemados por los bomberos en 1939, otros se "extraviaron" o fueron vendidos.
La persecución al arte moderno incluía también la clausura de la Bauhaus en 1933. A ello se sumó, en 1935, la prohibición de cualquier vertiente del arte moderno (decretada por el mismo Fürher) y la proscripción de la crítica de arte no nazi, establecida por el ministro de la Propaganda en 1936.
En la Gran Exposición de Arte Alemán que inauguró Hitler el 18 de julio de 1937, las obras estaban ordenadas de manera temática: flores, paisajes industriales, la familia, la vida rural, etcétera. La pintura y la escultura eran el espejo del mundo nacionalsocialista. En 1942, el director de un museo explicaba esa estética: "La forma debe ser nítida y comprensible por todos. El contenido debe dirigirse a todos. El arte [...] tiene que volver a ser el símbolo del pueblo".
El régimen nazi consideraba al arte como una herramienta fundamental para la construcción del nuevo Reich y del hombre nuevo: su misión era coadyuvar a imponer la filosofía de la vida del nazismo. En 1933 el Fürher afirmaba ante los parlamentarios: "Todo el sistema educativo, el teatro, el cine, la literatura, la prensa y la radio se emplearán como medios dirigidos a este fin".
Para el nacionalsocialismo el arte del Tercer Reich era fruto de una concepción del mundo, había surgido directamente de la vida del pueblo alemán y se juzgaba por sus valores y presupuestos morales: el movimiento juvenil, la exaltación de la familia, la vuelta a la naturaleza, las grandes concentraciones de masas, la glorificación del cuerpo sano, la educación y el culto a la muerte heroica. Era un arte de la "seducción" que tergiversaba la historia del arte y preparaba una estética de masas. Es evidente que en Alemania, en esos años, sólo se produjeron obras rutinarias y monótonas. El verdadero arte alemán lo realizaron fuera de su patria quienes rechazaban un régimen que iba contra la humanidad y la civilización.
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