La estructura despojada de la antigua sala de rotativas del diario La Prensa, actualmente Espacio Casa de la Cultura, es un marco excepcional para la muestra "Desplazamientos. Entre la escultura y la instalación", integrada por 28 obras procedentes de los Museos de Arte Moderno y Eduardo Sívori, así como de colecciones privadas.
Adriana Lauría, curadora invitada, articuló una interrelación entre las obras de maestros consagrados y las propuestas de artistas de generaciones más jóvenes cuyo montaje permite desplazarnos por estos grandes espacios y comprobar los cambios operados en una disciplina sobre la que ya hacia 1964 Herbert Read se hiciera esta pregunta devastadora: ¿desde qué punto el arte permanece en cualquier sentido tradicional (o semántico) escultura?
El concepto como un arte de forma sólida, masa y virtudes relacionadas con la ocupación del espacio ha sido drásticamente alterado durante el siglo XX. Como lo señala Adriana Lauría, "ha sido desplazado de sus límites físicos y teóricos por las nociones de objeto, montaje, e instalación a causa de las influencias ejercidas por el arte minimalista, el arte povera y el land art, entre otras manifestaciones contemporáneas".
Hay obras antológicas como la de Norberto Gómez "Custodia, pila y látigo" (1984), cartón y resina poliéster, materiales en cierta forma ligeros para un discurso de tanta intensidad y contundencia. De Juan Carlos Distéfano se exhibe "Portadora de la palabra", poliéster reforzado y materiales varios que vimos en Ruth Benzacar en 2006 y a la que ahora le ha agregado un "interlocutor" que duerme a sus pies y que la convierte en más angustiante.
Aunque no están agrupadas por orden generacional, no podía faltar Alberto Heredia con "Bailando en el Savoy" (1983/4), madera, tela y clavos, inspirada en el Club 54 de Nueva York donde vio bailar a una pareja de homosexuales envueltos en cintas de cuero. Su versión los muestra como cuerpos flagelados.
"El previsible destino del Pretty Boy González (1997), resina poliéster e inclusiones, de Pablo Suárez, otro artista irreverente, comprometido con una realidad que quería modificar y que se oponía a la idea estetizante del arte, carente de contenido.
Enio Iommi prestó "Elevación", acero inoxidable, (1959), época en la que prescinde de la masa para lograr el volumen espacial y que a partir de fines de los 70 abandona por obras que construye a partir de desechos. Otra presencia importante es "Homenaje a Fellini" (1993) hierro policromado de María Juana Heras Velazco, maestra admirada por generaciones de escultores.
Hay una reconstrucción de "Algunos Oficios" (1976) de Víctor Grippo que entendía al trabajo y las herramientas utilizadas por el hombre como una prolongación de su ser y de su dignidad.
En los últimos años se destaca la labor de Mónica van Asperen, cuya creatividad le permite abordar diversos materiales como tela, vidrio, globos. Y en esta oportunidad, presenta un conjunto de formas en madera y plástico que cobran significación por su carácter enigmático además de la excelencia de su ejecución. Marina de Caro se caracteriza por su obra textil,, en este caso usó hilado acrílico tejido a máquina, guata y alambre para una serie muy atractiva, nudos gigantes en brillantes colores que penden del techo.
Recordamos el impacto que produjo "Jardín Filosófico" (1998) de Miguel Harte, una obra muy poética con materiales absolutamente no convencionales como polieturano expandido, vaselina líquida, purpurina, entre otros.
Destacamos la instalación de Martín Calcagno, "El templo del amanecer del pequeño guerrero" (2005): un robot en un enclave Zen acompañado por una proyección de una fotografía de un jardín japonés. La muestra incluye las formas decorativas de Gumer Maier, (2002), el kitsch de Omar Schiliro (1993), la elaborada utilización de cuentas acrílicas facetadas de Román Vitali (2006), la austera belleza de la instalación en maderas de Daniel Joglar (2001) junto a otros artistas de prestigio como Nicola Constantino, Silvana Lacarra, Leandro Erlich, Elba Bairón, Emiliano Miliyo, Cristina Schiavi, Liliana Maresca, Martín di Girólamo. Muchas de estas obras responden al espíritu de la época en la que fueron creadas, los 90, una de cuyas características es la hibridez, cierta exterioridad, el individualismo a ultranza, algunas pueden ser perturbadoras, revelan el rechazo a las utopías y el descreimiento en los grandes temas. Hasta el 17 junio en Espacio Subsuelo, Casa de la Cultura, Ministerio de cultura del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Av. De Mayo 575
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