Con una extraordinaria trayectoria internacional, Fabián Marcaccio (Rosario, 1963) elige aproximarse nuevamente a la dramática historia reciente de la Argentina en su segunda muestra en la galería Ruth Benzacar. Se trata de "Rapto", una exhibición tan inclasificable como valiosa.
Entre la ficción y la realidad, las obras del artista rosarino (con cita al lúcido Lucio Fontana, incluida) refieren el secuestro en septiembre de 1974 de los hermanos Juan y Jorge Born perpetrado por la organización guerrillera Montoneros, que mata a dos acompañantes de los empresarios. Los Born, principales accionistas del poderoso grupo económico multinacional argentino Bunge & Born, terminaron de ser liberados en junio de 1975, escalonadamente, tras haber desembolsado alrededor de los 60 millones de dólares que exigía la guerrilla.
Marcaccio vive y trabaja en Nueva York desde 1986. Así, es doblemente interesante que desde la distancia aporte una provocadora mirada sobre una época que ha vuelto al primer plano aquí, desvirtuada e instrumentada políticamente por el equipo gobernante. En 2005-2006 impresionó con su "Ezeiza-Paintant", la potente pieza que realizó específicamente para el Malba-Colección Costantini, retratando la matanza desatada por sectores de la derecha peronista el 20 de junio de 1973, al regreso de Perón a la Argentina tras 18 años de exilio.
Cada una de las piezas de "Rapto" está cargada de sentido político, salvo una enigmática rosa. Un video recrea la presunta "cárcel del pueblo" que alojó a los Born, mientras que, a diferencia de "Ezeiza", muchos de los "paintants" abandonan la bidimensionalidad y asumen una inusitada tridimensionalidad, "derramándose" por la galería. Son una convincente mezcla de dispositivos pictóricos, gráficos y escultóricos. De la mano de Marcaccio, vuelven como aterradores fantasmas algunos protagonistas de la década del Setenta: Videla y Galinberti, Perón e Isabelita, Boggie El aceitoso y López Rega. Pero, como en un cambalache regresan también Mirtha Legrand, el fusil y el bandoneón, una montaña de dólares (fruto del secuestro) y una radio transoceánica (¡no había Internet!), un retrato en llamas de San Martín y Rosas (en esa época, a esta genealogía se le agregaba Perón), y más, mucho más, como aquel chaleco antibalas casi derretido, el teléfono que no comunica o el coche fúnebre que llevó al General. Marcaccio pone en escena múltiples incendios. Las huellas identitarias nacionales se hallan por doquier, nítidas o en proceso de ser licuadas, reconstituidas o deshechas, mientras que el uso de los materiales se multiplica. Todo le sirve a este artista -telas, tintas al solvente, mallas metálicas, impresiones fotográficas, técnicas de retoque digital, maderas y metales intervenidos, acrílico, siliconas, óleo, polímeros- que aparece siempre aventurándose un paso más ética y estéticamente. Hay que verla. Hasta el 23 de junio, en Galería Ruth Benzacar, Florida 1000
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