News Argentina

jueves 17 de julio, 2008
EL FERNÁNDEZ BLANCO SE RENUEVA
Un remanso para disfrutar del arte colonial, intrincado y apasionante
por Julio Sánchez
EL FERNÁNDEZ BLANCO SE RENUEVA
 

La desgracia del arte contemporáneo es que siempre hay que estar atento a lo que se viene, casi ni queda tiempo de disfrutar lo que ya está. Y hay otra desgracia aun mayor, los circuitos se ensanchan cada vez más, el 2007 arrancó con la bienal del Fin del Mundo, en junio se avalanchan la Documenta de Kassel, la Bienal de Venecia y los proyectos de Münster (ni hablar de la Bienal de La Paz y la de Cuenca).

La desgracia del arte contemporáneo es que siempre hay que estar atento a lo que se viene, casi ni queda tiempo de disfrutar lo que ya está. Y hay otra desgracia aun mayor, los circuitos se ensanchan cada vez más, el 2007 arrancó con la bienal del Fin del Mundo, en junio se avalanchan la Documenta de Kassel, la Bienal de Venecia y los proyectos de Münster (ni hablar de la Bienal de La Paz y la de Cuenca). Cuando se corre el riesgo del zapping informativo resulta un sosiego retornar a la historia del arte; el Museo de Arte Hispanoamericano Fernández Blanco ofrece una alternativa, volver a mirar lo que ya conocemos desde un nuevo "display". En la bajada de Suipacha el jardí­n sigue visitado por pájaros urbanos que no se amedrentan por las torres cada vez más amenazantes, pero que no opacan el pulmón verde de la casa de la familia Noel. La vieja casonaes un exponente de arquitectura neocolonial que nos recuerda cómo viví­a una familia culta, refinada y rica: el comedor circular -cuyas ventanas hoy están tapiadas-, con el piso estrellado en un mandala de madera, la capilla, el techo abovedado de la biblioteca que recuerda el sistema constructivo de los barcos que los jesuitas aplicaron a la edificación de sus iglesias. ¿Qué decir del acervo del Museo?, ¿quién se puede cansar de ver una y otra vez la Virgen Niña hilando a mano, luciendo la vincha-que solo su linaje incaico consentí­a- e ignorando el gato negro que se escabulle entre la orla de flores; o de la Santí­sima Trinidad coronado a la Virgen de la Merced y representada por tres hombre iguales, ya que los indios no podí­an entender el sentido de este misterio que fundí­a en uno al Padre, al hijo y al Espí­ritu Santo; o de las potencias (rayos divinos) de plata clavadas cual peinetas en un dulce Niño Jesús quiteño que se saca una espina del dedo; o de las pinturas cuzqueñas de producción seriada, con ví­rgenes adocenadas que se recortaban en el momento que lo solicitaba el devoto? Volver a ver estas obras en un nuevo contexto expositivo es un retorno al sosiego de la historia del arte.
Con paso firme y seguro el Museo ha reordenado su acervo en tres ejes temáticos: Área Sur-andina, la cultura de la Selva (Misiones Jesuí­ticas) y Buenos Aires Puerta del Atlántico, sobre un guión "donde las piezas se articulan como ilustraciones de una narración -una de las tantas posibles-, en lugar de ser presentadas como manifestaciones artí­sticas aisladas. Interpretadas como productos emergentes de un proceso único e irrepetible esas piezas darán cuenta del quehacer cotidiano en todos los órdenes de la sociedad americana durante los siglos de conquista, colonización y evangelización del continente". Nuestro continente es la base de esta narración y es considerado el "Cuarto Mundo" después de Europa, Asia y África. Luego hay nuevas Salas temáticas:"Marí­a en América", "Potosí­. Villa Imperial", "Buenos Aires, Capital del Virreinato", "Cocina Hispanoamericana del siglo XVIII", "Reflejos del Plata (Platerí­a mobiliario, textiles en el Rí­o de la Plata)" y "Sala Federal". Todo esto en la planta baja, en la planta alta una sorpresa le espera al público, además de las invisibles pero vitales mejoras en los tendidos eléctricos y luminarias, grandes planos de vidrios de seguridad laminados de tres metros de altura, conforman las nuevas tres salas; la primera se denomina "Maestros del arte criollo", la segunda agrupa los tesoros de la Misiones Jesuí­ticas de Moxos y Chiquitos, que arrancaron en 1675 y duraron hasta la expulsión de los jesuitas en 1767. La tercera sala es la más lograda desde el punto de vista del efecto escenográfico, se llama "Contacto con Oriente" y el espectador se sentirá transportado a la oscura bodega de un galeón que surca el mar desde Manila hasta América; una banda de sonido perpetúa el sonido susurrante del mar, los cantos de pájaros y hasta la cercaní­a ansiosa de la costa. Filipinas fue un pivote del intercambio comercial entre Oriente y Occidente, desde Oriente traí­an sedas, muebles, porcelanas, marfiles, perlas y objetos de lujo suntuarios, como así­ también "indios chinos", en calidad de esclavos y criados; de regreso, las naves llevaban plomo, plata, vino y otras mercancí­as para la población española en Asia. Manila fue un gran almacén de acopio para las mercancí­as que vení­an de Persia, India, Indochina, China y Japón rumbo a Acapulco. Pocos saben que los famosos mantones de Manila que Fernando Fader pintara en 1914 eran originarios de la China y fueron adoptados por las mujeres sevillanas que lo adquirí­an de los barcos que provení­an de la capital filipina. Entre tanta fantasí­a oriental, también llegó Esteban Sampzon, un escultor originario de Filipinas que trabajó en Buenos Aires y Córdoba en el último tercio del siglo XVIII; de su autorí­a, el museo exhibe una magní­fica talla de Santo Domingo Penitente.
La renovación de las salas del MIFB demuestra que este sigue siendo un lugar para visitar una y otra vez, y que ofrece la oportunidad de sumergirnos en un mundo colonial intrincado y apasionante, que no padecí­a el stress informativo de hoy.

Trabajos realizados en el MIFB

El trabajo efectuado por el Museo supone importantes mejoras tales como el cambio de todos los tendidos eléctricos, la renovación de luminarias, la utilización de vidrios de seguridad y soportes museográficos igní­fugos, elementos que representan un significativo incremento para la seguridad del patrimonio y el público visitante.
La propuesta museográfica incluye el rediseño de salas con paneles pre-tensados que soportan grandes planos de vidrio laminado de tres metros de altura, generando un espacio expositivo a través del cual circulan los visitantes.
La reversibilidad de los materiales livianos utilizados ha permitido al Museo lograr un equilibrio entre la gestión de las valiosas colecciones artí­sticas que atesora, la protección de su sede, el Palacio Noel, importante ejemplo del movimiento neocolonial en la arquitectura argentina y una mejor atención al creciente público visitante.
Este trabajo fue realizado í­ntegramente por el equipo técnico y profesional del Museo Isaac Fernández Blanco con el apoyo de la Dirección General de Museos y la Subsecretaria de Patrimonio Cultural del Ministerio de Cultura Porteño, la colaboración de la Asociación de Amigos del Museo y el auspicio de Instituciones públicas e importantes empresas de nuestro medio:

Banco Central de la República Argentina
AFIP
Banco Ciudad de Buenos Aires
Repsol YPF
Vasa (Vidrierí­a Argentina S.A)
Sinteplast

 

Ficha técnica de la escultura de tapa

El Convento de Santo Domingo de Buenos Aires encargó esta obra a un escultor llamado Esteban, a quien en 1800 reconoció adeudarle la factura de la misma. Este dato permitió inferir que debí­a tratarse de Esteban Sampzon, quien en 1780, habí­a declarado ser "maestro estatuario hace siete años, natural de Filipinas y vivir en el Convento de Santo Domingo" y que, en 1788, se encontraba en Córdoba, donde manifestó ser "escultor de profesión". La inferencia es posible debido a que el único tallista registrado bajo el nombre de Esteban en el Rí­o de la Plata es Sampzon, a la prolongada vinculación de éste con los dominicos y a su probada actividad tanto en Córdoba como en Buenos Aires.
Su cabeza rí­gida está levemente alzada e inclinada hacia su izquierda y con tonsura propia de su orden (OP), la coronilla es de cabello lacio y castaño, las orejas son de tamaño regular y en la frente, abultada, tiene incrustada una estrella de ocho puntas; las cejas son finas y el ceño está levemente fruncido, los ojos son grandes y almendrados, de párpados delgados, con las pupilas color castaño y la mirada dirigida hacia arriba (hacia un crucifijo ausente). El antebrazo derecho, muy venoso, se extiende prolongando la lí­nea del brazo, la mano está entreabierta, vuelta hacia arriba, con el pulgar y el í­ndice levemente extendidos (sostení­a la disciplina). El antebrazo izquierdo está flexionado hacia arriba, con la mano semicerrada formando un puño, el pulgar y el í­ndice están levemente abiertos (sostení­a un crucifijo).

 

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