En enero de 1978 se presentó en The New Museum of Contemporary Art, Nueva York, la muestra Bad Painting (Mala pintura), que reunía un conjunto de artistas cuyas obras se caracterizaban por la actitud crítica respecto del arte analítico e intelectual, en particular el minimalismo y el conceptualismo. En el mismo contexto de la Transvanguardia italiana y del Neoexpresionismo alemán, esos pintores (James Albertson, Neil Jenney y otros), según el crítico Richard Marshal, se sentían libres para "manipular la imagen de la pintura al óleo de tal modo que pueda ser experimentada como un objeto psíquico, una figuración abstracta, una asociación psicológica, [...] un vehículo para exploraciones formalistas o combinaciones de cualquier tipo".
Jean Baudrillard, por el contrario, decía que en la bad painting, "la pintura se reniega, se parodia, se vomita a sí misma". Pero en esas obras existe, sin duda, una intencionalidad, sus autores no son ingenuos. A su manera, quizá algo débil, siguen la "táctica del choque" que en su momento inició Duchamp con el ready-made. El mismo artista había dicho que "un cuadro que no sorprende no vale la pena".
El recuerdo de la bad painting tiene por finalidad evitar la confusión con un fenómeno más reciente, conocido como bad art. El "mal arte" ha obtenido su espacio de "consagración": el Museum of Bad Art (Moba), instalado en Dedham, Massachusetts (EE. UU.). Según la presentación oficial, sería el único museo del mundo "dedicado a la colección, preservación, exhibición y celebración del mal arte en todas sus formas". Sus exhibiciones, por lo general, no se presentan en espacios dedicados al arte de elite, como galerías o instituciones culturales, sino en lugares que se han especializado en el mismo tema del Moba.
El origen de la idea de exhibir el mal arte, afirman las mismas fuentes, está vinculado al hallazgo de una pintura en la basura: Lucy en el campo con flores, óleo sobre tela de sesenta por setenta y seis centímetros, según se creía, realizado por un artista anónimo. La tela fue rescatada por Scott Wilson, quien la declaró "obra maestra". Luego, al publicarse la imagen, se conoció el nombre de su autora: Anna Lally Keane. La pintura, en el Museo, fue bautizada como La Mona Lisa del Moba.
Muchos cuadros, desde entonces, comenzaron a ser rescatados de la basura o adquiridas a comercios conocidos como thrift shops (tiendas de gangas). Algunos sitios de Internet se dedicaron a promover el mal arte, mostrando decenas de estas piezas que, según afirman sus adeptos, se han convertido en célebres, como Pink Poodle and Hydrant with Tex, de Jim Shaw, pintor norteamericano y coleccionista de mala pintura.
En 2000, en el Instituto de Arte Contemporáneo de Londres, se exhibió la colección de Shaw, integrada por decenas de pinturas de artistas aficionados y de telas anónimas rescatadas quien sabe de que basureros. El crítico Adrian Searle escribió en The Guardian que "[esas] pinturas son horribles, insostenibles y crapulosas. Estas personas no pueden dibujar ni pintar y nunca se les debería dejar solas con un pincel". Mientras tanto, ¿en Buenos Aires, ciudad tan propicia para las novedades culturales, habrá algún museo o feria de arte (que ya son abundantes) dedicadas al mal arte? No faltan quienes afirman que sí.
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