Un candelabro, una chocolatera, una bandeja, una cafetera, una sopera o un mate son piezas que posiblemente descansan en el aparador de cualquier casa de familia. Pero estos objetos abandonan su humilde condición de "cotidianos" y se transforman en pequeñas obras de arte al pasar por las manos del orfebre Emilio Patarca. Su elemento es la plata. Su estrategia, la rigurosidad y el compromiso en un oficio tan antiguo como el hombre, la orfebrería.
Por estos días, más de 150 delicadas piezas en plata 925, realizadas por Patarca, fruto de 30 años de trabajo, se exhiben en el Museo de Arte Hispanoamericano Isaac Fernández Blanco. "Es como exponer en el Vaticano de la platería en Argentina", dice Emilio Patarca con emoción a Arte al Día, desde su taller.
"La muestra fue una invitación que recibí del director del museo, Jorge Cometti para realizar una gran exposición de toda mi obra" cuenta Patarca, sin ocultar su orgullo y sorpresa. Y a partir de esa propuesta reunió "una cantidad importante de piezas, entre propias y algunas prestadas de clientes, como para presentar una obra importante".
Heterogénea y variada, la muestra ofrece al visitante una didáctica aproximación a la orfebrería. "Es una exposición donde hay un poco de todo como es mi oficio. La platería en Argentina se divide en tres grandes ramas: la civil, que se ocupa de todo lo que sea uso de la casa; la religiosa, que se refiere a la parte del rito, y la criolla, que era la que utilizaban nuestros gauchos y las familias patricias en la época colonial y postcolonial". Ejemplos de estos tres tipos de platería forman parte de esta exposición y constituyen los ejes temáticos que organizan los objetos en las vitrinas, según lo pautado con el curador, Patricio López Méndez.
Entre las piezas más sobresalientes y curiosas, Patarca no duda en mencionar un sahumador en forma de león sedente y coronado, inspirado en una pieza de fines del siglo XVIII, procedente de Lima, pero con un semblante de reminiscencia oriental. También destaca una pava con forma de oveja profusamente labrada, repujada y cincelada, con un orificio sobre las ancas que sirve para introducir el agua en el interior y que luego se vierte por la boca del animal.
Pero además de estas curiosas criaturas de plata, para el orfebre lo más destacado y original de la muestra es la ambientación de una sala como si fuera un comedor servido. Y tras un gran vidrio blindado, el visitante puede observar un servicio de mesa completo, con sus platos, con sus copas, "pero obviamente, la vedette ahí es la platería", dice Patarca.
Esa fascinación por el oficio que hoy lo consagra como uno de los artesanos más célebres en el país y en el exterior, comenzó hace mucho, cuando en 1973, a los 14 años conoció al maestro Edgard Michaelsen, con quien tomó clases y se graduó con honores. Luego realizó estudios de Bellas Artes, sin dejar nunca de lado su pasión por el dibujo, técnica que considera fundamental para su arte. Y justamente para completar la muestra en el Fernández Blanco se exhiben también dibujos enmarcados de las distintas piezas. "De ese modo, la gente puede entender de dónde salió cada una y cómo se planteó", cuenta Patarca y explica que siempre se empieza con una idea, un diseño, un boceto y luego se lleva a cabo la obra, sobre la que se hacen correcciones, al pasar de la bidimensión a la tridimensión. Finalmente se hace un dibujo con las medidas y las anotaciones pertinentes. La precisión, la paciencia y el compromiso hacen de las piezas de Patarca pequeñas obras de arte. Y es que, según el orfebre, en todos los detalles está su mano. Hasta el 10 de junio en el Museo de Arte Hispanoamericano Isaac Fernández Blanco, Suipacha 1422
|
|