Violeta Bondarenco (Misiones) presentó recientemente una inquietante serie fotográfica que se completa con algunos objetos en forma de instalación, muestra que pudo verse en la Sala "Adolfo Mors" emplazada en el Parque Cambá Cuá sobre la costanera de Corrientes.
En su trabajo predominan las imágenes signadas por la belleza del instante, lo que lleva a descubrir la irreparable fragilidad de lo breve. En la ingenuidad de un jardí­n se insinúan algunas beldades que por momentos parecen salidas de un sueño. Ellas están abandonadas en el dolor y entregadas al placer, protegidas por el amor y atrapadas en las heridas de la sumisión. Por otra parte, se entreteje una trama de pequeños listones que marcan -con diferentes colores- ese apenas perceptible lí­mite entre una cosa y la otra.
La artista recrea lo esencial desde lo poético e intuye una permanente situación de vulnerabilidad para indagar el insondable laberinto de la femineidad, sus misterios y la fascinación que provoca ese territorio cargado de paradojas. Las figuras aparecen en situación de confusa intimidad, poseen un toque de sensualidad inocente y a la vez están acentuadas por cierta carga erótica que permite contemplar tanto el enigma del deseo como la provocación de la soledad.
Quizá sea esa extraña combinación lo que confiere un carácter tan conmovedor a las imágenes. Pero también es preciso señalar la insinuación de cierta fuerza de amuleto y la devoción de una reliquia que se percibe latente -como el corazón del poema- en la inspiración primigenia de esta producción artí­stica.
El poder de la obra se articula entre la calma prudente y el desasosiego eufórico, entre la serenidad intemporal y las emociones fugaces, entre la contención de lo definitivo y el arrebato de lo provisional. Estos sentimientos encontrados evidencian la profunda melancolí­a del ser hasta convertirse en una interrogación y una búsqueda constante de esa extraña que habita en toda mujer y el cuestionamiento de su condición femenina.