News Argentina

miércoles 16 de julio, 2008
PANORAMA FEDERAL
Mendoza
por Graciela Distéfano
PANORAMA FEDERAL
 

Arboledas frondosas, largas y tórridas siestas, tormentas apocalí­pticas, veredas brillantes son rasgos que distinguen a Mendoza tanto como el vino y los viñedos. Pero marzo es mes de vendimia y es imposible eludir tal hecho, porque te encuentras que todo alude a ella de manera más o menos sutil.

Tiempo de cosecha

Arboledas frondosas, largas y tórridas siestas, tormentas apocalí­pticas, veredas brillantes son rasgos que distinguen a Mendoza tanto como el vino y los viñedos. Pero marzo es mes de vendimia y es imposible eludir tal hecho, porque te encuentras que todo alude a ella de manera más o menos sutil. Es una identidad fuerte que se inmiscuye y atraviesa la cotidianeidad de todas las actividades. Las artí­sticas no escapan a ella. Temprano, en enero, comienzan a brotar las exposiciones como "Pintores en Vendimia", "Vendimia en el arte", "Vendimia Gay", "Vendimia Electrónica", que con mayor o menor carisma ofrecen su retórica visual ineludible. De todos ellos, dos proyectos tuvieron la curiosa coincidencia de invitar a participar del ciclo completo: de la producción al consumo en el corto lapso de los festejos. Uno de ellos fue la "Vendimia Transgresora", curioso apelativo que lanzado desde el ámbito oficial de la cultura describí­a la convocatoria a realizar esculturas cromáticas en material inflamable (cañas, papel, trapos, cartón), para ser quemadas, excepto una, que seleccionada por un jurado se convertirí­a en La Perdonada. Y como reseña Eva Rodrí­guez en un interesante artí­culo, nada menos transgresor que aquello que pretende serlo y que se asentaba sobre los tópicos más remanidos que sobrevuelan el tema y recoge con variaciones la tradición valenciana de Las Fallas.
El otro, fue el Proyecto Tachos, convocado por Viviana Bianchi desde Cultural Victoria, tuvo la singularidad de una apertura a la discusión sobre los í­conos. El resultado fue la intervención de un elemento altamente significativo como es el tacho de cosecha, cuya historia transita desde los primitivos y artesanales "canastos" tejidos de mimbre, pasando a los industrializados tachos de zinc al actual cesto plástico. Las etapas fueron muy marcadas y con sentido propio: el producto de esta estetización de un objeto de trabajo fue exhibido en una performance en el km 0 de la ciudad, que consistió en la marcha de los artistas portando sus tachos transformados en objetos artí­sticos. Si bien la periodista señalaba su temor del riesgo de la banalización, el proyecto superó las expectativas y muchas de estas obras pusieron un acento fuertemente crí­tico, y hasta una denuncia polí­tica o recogieron la humanidad de historias muy entrañables, recurrieron desde la objetualidad a la misma datación de los elementos: tachos de hasta 45 años con todas las huellas de una "vida social" marcada por las duras vivencias del trabajo rural. Luego de ser exhibidas en distintos centros oficiales del área metropolitana, el último gran desafí­o: ofrecerlas en subasta. Es sabido (y temido) que el público mendocino es frí­o, parco, tí­mido y poco afecto a la adquisición de obras (y esto es un dato histórico). Contra todas las previsiones, un resultado fue alentador: el martillo bajó para 10 obras, un 25 % de los lotes en cuestión. Dos maneras de consumo: la hoguera y la apropiación privada, pusieron de relieve dos aspectos de este circuito del arte, reveladores de los destinos posibles de la producción artí­stica y sus valoraciones.
En tanto, no puedo dejar de invitar al primer aniversario de Arytuca, el singular emprendimiento sureño, al homenaje a Joaquí­n Tejón, recordado acuarelista y a la exposición de Dora Dowbarn en una Buenos Aires. Esfuerzos singulares, que pintan trayectorias, que son cosechas de tiempos vividos con la intensidad de los sueños.

 

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