Alfredo Benavídez Bedoya ( Buenos Aires, 1951) desarrolla su actividad creativa en el campo de la gráfica. Becado en 1980 en la Universidad Complutense de Madrid, en 1999 obtuvo la Beca Guggenheim. Docente, rector de diversas instituciones artísticas, ha obtenido importantes premios, entre ellos, el Gran Premio Internacional de Taipei, el Gran Premio Salón Nacional y el Primer Premio del Salón Municipal Manuel Belgrano.
Como ilustrador se destacan sus libros para niños editados en Japón, el de Salman Rushdie (Universidad de Nevada, USA), "La Isla de las Voces" de Robert Louis Stevenson (Barcelona), una novela breve de Horacio Quiroga y en proceso de edición "O Amor Natural", poemas de Carlos Drummond de Andrade.
Esta serie se incluye en la muestra que se exhibe actualmente en Empatía- espacio de Arte, recientemente inaugurado, que con criterio selectivo lo ha invitado para su segunda exposición. Decimos criterio selectivo, ya que una muestra de grabado y dibujo en tiempos tan mediáticos requiere una atenta lectura y, por otra parte, la obra de este artista cae como un misil sobre el espectador. Desde siempre su mirada ha sido crítica, mordaz, sarcástica como, por ejemplo, cuando aborda las instituciones del arte.
Bajo la lupa quedan los museos, las galerías, los jurados y toda la maquinaria legitimadora. Los tres jurados de cuyas cabezas inexistentes salen cuchillo, tenedor y cuchara frente a los cuadros que deben ser seleccionados, nos hacen reflexionar sobre este papel, a veces bordeando el ridículo, que nos toca asumir.
"Asesinato en el Vernissage" (2006) es otro grabado de extraordinaria riqueza compositiva además de blancos y negros nítidos y contrastantes. Una serie de rigor dibujístico clásico, los cuerpos escultóricos, los pliegues del cuerpo y las ropas bien marcados. La línea de "Rostro" (1979) es delgada y termina o comienza, no lo sabemos, en una cabeza enmarañada, en un hacer casi furioso.
La serie "Anteojos, lapicera o guante para escribanos" (2000) muestra un dibujo sutil cargado de connotaciones acerca de los subterfugios de la profesión. En "Detalles de la Historia del Arte", se dedica a copiar las narices, bocas, ojos, de los clásicos como Durero, Góngora por Velásquez, da Messina, un ejercicio ya olvidado o descartado y que Benavídez Bedoya transforma en homenaje.
Otra serie imperdible por su feroz interpretación es "Los siete pecados capitales cometidos por animales" (2000), siete grabados de 20x30cm.
Ya sea la línea delgada que va y viene, que sale de su mano como un gesto espontáneo en "La venus criolla de Emilio Centurión luego de su ingreso en el primer mundo" o la que aparece más atada a los clásicos, la que como en "O amor natural", quince grabados de 16x21 acentúa el erotismo del trance amoroso. Este artista es un relator, de allí la palabra explícita, los títulos sarcásticos, su letra, su firma, forman un todo con la imagen que reafirma su pensamiento acerca del mundo. Hasta 6 de enero de 2007, en Empatía Espacio de Arte, C. Pellegrini, 1255
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