Adriana Rosenberg explica la razón del audaz movimiento que los llevó a La Boca: "Estamos junto al Riachuelo, frente al que fuera el puerto de entrada de los inmigrantes europeos. El edificio de fin de siglo XIX en sí mismo proponía una planta abierta, que fue respetada por el reciclaje tanto como su fachada italianizante. Aunque es un sitio turístico y con tradición artística -ahí Quinquela Martín ideó un proyecto que sumaba arte y ciudad-, La Boca era un barrio absolutamente marginal para la instalación de un centro de arte contemporáneo".
AAD: ¿Por qué eligieron el nombre de Proa? R: El concepto de proa -en sus variadas acepciones- y la arquitectura de la Fundación -que culmina con una estructura de vidrio y hierro en forma de proa- tienen puntos en común. Desde el inicio de nuestras actividades establecimos vínculos con el mundo y con nuestra propia historia. Proa es el nombre de una de las primeras revistas literarias de la modernidad en la Argentina. Se me ocurre que Proa también es el espacio desde donde nos dirigimos al mundo del arte, un territorio siempre por ser descubierto.
AAD: La sensación que se tiene al ingresar a Proa es que se visita un lugar que es el mismo y, a la vez, siempre distinto. ¿Cómo lo logran? AR: El reciclaje de la sede como "open space" permite que Proa sea como una ameba, que varía y se transforma de acuerdo a las urgencias del momento o a las necesidades artísticas. Esto permite realizar instalaciones contemporáneas, desplegar arte moderno o convertir el sitio en un museo de arte precolombino. Considero que no existe fractura entre arquitectura, programación, educación y gestión; todo está unido.
AAD: Proa tiende a una gran interactividad entre el público y la exhibición. AR: Proa es un espacio de acción, no custodia patrimonio ni tiene colección. En una Buenos Aires, cada vez más populosa, caótica y transitada, nosotros intentamos recoger la vorágine y la velocidad de la ciudad y tratamos de reflejarla en nuestra programación. En ese sentido, Proa es el equivalente a una Kunsthalle, porque es factible que ingrese el azar que siempre se inmiscuye; a mí me gusta esta dinámica y, en este sentido, somos como un eco, con responsabilidad de dar respuesta.
AAD: Por momentos el proyecto curatorial de Proa se asemeja a un "quién es quién" del arte internacional. ¿Este es su objetivo? AR: No considero que esa sea nuestra intención ni nuestra función. Creo que las grandes muestras internacionales como Documenta y las distintas Bienales son las que se acercan a ese objetivo. Nuestra programación gira en torno a las deficiencias de información artística, la recuperación del patrimonio, la presentación del arte actual y otras problemáticas que van surgiendo. Muchos conocen las grandes líneas del arte internacional sin haber visto jamás las obras originales. Creo que Proa contribuye a llenar vacíos en el conocimiento local de la historia del arte al presentar por primera vez en la Argentina obras de relevantes artistas. Aspiro a que el público se lleve un concepto lo más claro posible acerca del artista y de su importancia y lugar en la historia del arte.
AAD: ¿En función de lo antedicho, cómo organiza Proa su programa anual? AR: Nuestra propuesta es de carácter ecléctico y transita por las diferentes formas de la creación del arte, tanto histórico como contemporáneo. La noción de arte en la actualidad incluye la incorporación de disciplinas que abordan la problemática de lo visual desde muchos puntos de vista. El programa gira en torno a un concepto que es producto de una reflexión que está y que fundamenta la definición de un territorio de acción.
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